Gea

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La primera vez que Aria sintió lo que era el miedo sucedió cuando solo tenía cuatro años. En aquella ocasión, sus padres la habían llevado a la mansión Foster en Francia, una inmensa residencia en la que tuvo la desdicha de extraviarse en un descuido.

Ella no sabía cómo, pero en un segundo estaba al lado de su familia y al siguiente se encontró vagando por los canales subterráneos. Los corredores oscuros y la poca iluminación pudieron más con su mente infantil, por lo que después de casi una hora de caminata en círculos, la pequeña versión suya estalló en lágrimas al sentirse vulnerable.

Y de esa forma, su magia explosiva hizo acto de presencia por primera vez en su vida.

La pequeña niña de cuatro años despertó su magia durmiente, que la rodeó como una gran llamarada dorada que iluminó hasta el rincón más profundo del subterráneo, consiguiendo que sus padres la detectaran para después ir en su rescate. Ella jamás podría olvidar el nivel de terror que sintió en aquel instante al pensar que se encontraba sola a su suerte, sin nadie a quien pedir ayuda. Ese tipo de sentimiento era el mismo que ahora se repetía dentro de sí mientras era rodeada por aquella capa de oscuridad sobre el trono de su mayor enemigo.

Aria se sentía inmensamente sola, como si se encontrara en aquel laberinto subterráneo de la mansión Foster, solo que ahora estaba rodeada de llamas negras que tomaban formas agresivas y recreaban escenas terribles en su mente. Ella podía oír los gritos de su familia, de sus amigos y de personas que no conocía. En su mente podía percibir el dolor de su hermana al enfrentarse a James, el de Meissa abrazando a Louis, lo que sintió Eros al sostener el cuerpo de Naktam, a Naktam negándose a perder a Eros y la tristeza de Calíope al ver a su mellizo muerto. Ella podía ver los ojos de Albus tan opacos y sin vida como los había visto minutos antes.

Todo porque ella fracasó, y con ello, todo lo perdió.

—Al final lo consiguió, ¿no es así, veela Theherd?

Aria se vio obligada a abrir sus ojos. Estos le pesaban como si no hubiera dormido en meses y, desde la estructura a la que se encontraba encadenada, pudo enfocar correctamente la silueta luminosa a escasa distancia.

—El inicio de su venganza... Todo está sucediendo tal cual dijo que sucedería —La silueta desconocida avanzó con calma y con cada paso que dió creó ondas similares a las que una roca dejaría al chocar contra la superficie de un lago—. Y todo por conseguir recuperar lo que perdió.

La presencia tomó forma una vez que se detuvo ante la mitad veela y para ella fue como verse en un espejo, pues la figura luminosa tenía sus facciones. Lo único que las diferenciaba era la altura, el largo del cabello, la vestimenta y las decoraciones cuidadosamente colocadas en distintas zonas de su cuerpo.

—Veo que no estás tan sorprendida de verme como pensé. Supongo que se debe a tu pequeña pero peligrosa intervención en las líneas de tiempo —sonrió—. Una mortal con sangre veela que quiso amoldar el futuro para su conveniencia y que al final solo consiguió toparse con la dura realidad: lo que se ha previsto, no puede ser evitado —hizo el ademán de acariciar la cadena en el torso de Aria—. Esto es lo que pasa cuando uno quiere desligar lo negativo del futuro de los seres que ama para acumularlo y desencadenarlo sobre uno mismo, todo con el objetivo de ser un medio de expiación que incluso está dispuesto a morir si eso significa cumplir su deseo.

Aria solo se limitó a observar su rostro en el cuerpo contrario, pues ella sabía perfectamente que había cometido un error muy grave.

—El alma que albergas en tu interior es demasiado inocente para este mundo tan contaminado —pareció meditarlo y pronto pasó su mano por sobre la superficie de una de las grandes rocas que habían. Un total de siete siluetas se formaron, incluyendo la de Aria—. Abelynne Bethel, Aelya Rhayla, Ayrhella Zyora, Asteryn Fheyre, Avyanna Lavelle, Ariadna Flamcourt y por último tú, Aria Foster. Todas ustedes han sido las portadoras de mi gracia durante milenios y de igual forma todas ustedes tuvieron una vida cargada de tristeza y sufrimiento.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora