Cisne Negro

169 7 120
                                    

┃-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·)✰☽✰(·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-┃

“En un océano donde toda luz se encuentra sofocada en silencio, me hundo lentamente como si estuviera en un trance mientras cada segundo se vuelve eterno”

┃-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·)✰☽✰(·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-┃

Sus oscuros ojos recorrieron el lugar.

Sus criaturas iban de un lado a otro en el apagado bosque con cristales de todos los colores entre sus garras, todos concentrados en ordenarlos en donde él había especificado.

Esas bestias eran sus creaciones y él estaba orgulloso de ellas. Sonreía cortamente cada vez que una lograba traer ante su presencia una gema grande y brillante.

—Parece ser que la faena no hace más que ser productiva.

Miró de soslayo sobre su hombro, la bruma grisácea dejando ante su presencia una cabellera rojiza y larga con pequeñas ondulaciones.

Azura seguía viéndose exactamente igual al día en el que la conoció. No envejecía y se volvía más poderosa con el correr de los años.

»Mi señor —hizo una reverencia y sus zapatos hicieron eco mientras subía los escalones que la llevaron a detenerse al lado del elegante trono.

—¿Y tu hermano?

—Aquí mismo, señor —anunció una voz grave mientras una bruma semejante a la que trajo a la pelirroja se materializó a su izquierda—. El clan al que nos envió dió mucha batalla —se quitó la protección de plata que rodeaba los costados de su cabeza como una fina corona, sus cabellos oscuros cayendo sobre su frente, dejando a la vista con dificultad aquellos orbes verdes agua apagados—. Pero finalmente logramos capturar a un mediano grupo.

Murmullos de lucha se escucharon en la lejanía y varias de las criaturas frente a ellos miraron en esa dirección para después ir a toda velocidad hacia ella.

Eran las Veelas capturadas recientemente.

—Tontas e infantiles —murmuró por lo bajo la de orbes dorados opacos, caminando hacia su hermano para posar sus manos en sus mejillas, obligándolo a verla—. Te ves agotado... Deberías tomar a una de esas Veelas y alimentarte de su magia.

Glenn tomó sus manos con calma y las alejó de sí mismo. Su expresión, siempre neutra, no se vio interrumpida por sus palabras.

—No, gracias —respondió con firmeza y ella entrecerró sus ojos. Elevó la mirada y los lilas oscuros en lo alto lo observaron en respuesta—. ¿Puedo retirarme?

Zulmat parpadeó y le concedió su pedido con un movimiento de cabeza.

Glenn hizo una reverencia corta y en silencio bajó los escalones y se alejó por el pasillo hasta perderse entre la moribunda vegetación.

—Él...

—Está cansado por el ajetreo —cortó el más alto y Azura observó el suelo—. ¿Dónde está? —decidió preguntar, una sonrisa maliciosa formándose en sus labios.

La bruja entendió a lo que se refería y chasqueó los dedos. Dos criaturas semejantes a los Dementores hicieron acto de presencia ante su señor con gruñidos suaves.

Las largas garras se juntaron y luego se separaron, un portal abriéndose entre ambas hasta que un cuerpo inconsciente fue dejado ante el de cabellos oscuros.

El chico flotaba a un metro del suelo mientras el final de su capa negra rozaba ligeramente la superficie.

Azura observó el níveo rostro. Las largas pestañas ocultando unos ojos misteriosos mientras los negros cabellos aún parecían suaves a la vista.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora