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"DANILO"

Me adentro al hospital donde el padre de Camila se encuentra y camino hacia la sala donde me ha indicado Makela, aunque sé que antes debería pedir que me curen las heridas para hacer parecer que mi estadía aquí sólo es una coincidencia.

Una enfermera observa mis golpes y sé que debo hacer ver que todo es real.

—¿Necesito suturas? —la cuestiono enseñándole mi ceja que por fortuna ha quedado rota y aún sangra.

—No es un corte que necesite puntos —me dice sonriente—. Acompáñame te limpiaré las heridas y te colocaré una hoja de cicatrización —me habla con amabilidad.

La sigo por un par de pasillos y me siento en un cubículo médico, la enfermera hace su trabajo con suma paciencia la cual me desespera.

Después de unos minutos ya me encuentro caminando en dirección a la sala donde Camila se encuentra.

Aprieto los ojos y vuelvo a suspirar  invocando mi temple para dar una buena actuación, pobre pequeña.

Una mujer adulta y un chico se encuentran con ella y el pequeño que supongo es su hermano yace dormido, descansando la cabeza sobre las piernas de Makela quien acaricia la cabellera del niño, supongo que la mujer es la abogada que el general mencionó al teléfono. Camino hacia ella.

—¡¿Camila?! —me hago el sorprendido cuando ya estoy a su espalda.

Ella gira para verme, sus ojos están hinchados y totalmente enrojecidos, algo dentro de mí se rompe al verla de esa manera, me detesto sabiendo que sólo traeré más sufrimiento a su vida.

La veo hacer una mueca de dolor cuando me ve a los ojos y me acerco a ella para abrazarla, ella me corresponde de inmediato para soltar en llanto. Comprendo su dolor, puesto que yo perdí a mi madre siendo un niño. La estrujo y beso su cabello sabiendo lo sucedido pero haciéndome el desentendido.

Los ojos de Makela como los de la señora que se encontraba con Camila se posan en nosotros.

—¿Qué sucedió? —le pregunto cuando aún se encuentra pegada a mi torso.

—Asesinaron a mi mamá —articula con dificultad debido a su llanto y la estrujo más fuerte.

Se mantiene pegada a mí mientras llora por largo rato, mi mano sube y baja por su espalda tratando de confortarla aún sabiendo que eso es imposible. Su llanto cesa y le pido que se siente.

—¡Lo lamento! —limpio sus lágrimas viéndola a los ojos y ella sólo asienta con la cabeza.

La atraigo hacia mi costado para mantenerla abrazada, ella se entrega a mi cobijo haciéndome saber la necesidad que ahora tiene de alguien cerca de ella. Ahora la estupidez de haberla besado semanas atrás sé que es algo irrelevante para ella y fue un recurso desesperado de mi parte para cumplir con mi espantoso objetivo.

Un par de horas pasan y ella no se mueve de su posición, así también nos mantenemos callados, veo hacia ella, sus ojos están cerrados y su respiración es pausada; se ha quedado dormida.

—Camila, hija —le susurra la mujer para despertarla—. Camila —insiste.

Camila se levanta sobresaltada y colocándose de pie estrepitosamente, hago lo mismo y la abrazo nuevamente.

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