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FENRIR

Llevo mis manos a mi cabello encontrándome de cuclillas en uno de los pasillos de la ANN en Quesbo, mi pecho duele como si mil puñaladas lo estuviesen atravesando, recargo mi cabeza a la pared limpiándome las lágrimas de dolor, coraje y frustración. Ahora sé lo que es odiarse a sí mismo, porque ahora me detesto.

«Debí estar con ella, debí darme cuenta de sus planes».

Monólogo reprochándome porque mi descuido ha provocado que la mujer que amo esté en peligro y no sepamos a dónde se la han llevado.

No sólo debí darme cuenta de sus planes, debí sacarla de los planes de la ANN, porque aún cuando Andrés era incapaz de hacerle daño, en mi interior sabía que nada era del todo seguro. Si la amo tanto, por qué carajos no la llevé lejos para apartarla de todos. Pero ahora mis lamentaciones y arrepentimiento no sirven de nada.

Evoco mis pensamientos horas atrás cuando creí que lograríamos evitar que Camila se expusiera. Llegamos tarde, ya en La Santa yacía cubierta sólo de cadáveres y sangre que mostraba un claro enfrentamiento interno, ahora Fernando se debate entre la vida y la muerte, Andrés está muerto, y mi pequeña se encuentra desaparecida en manos del desgraciado de Pedro. ¿Cómo pudo salir todo tan mal?

Me pongo de pie cuando el general Lonnet aparece dirigiéndose a la sala de tácticas, tras él vienen un par de coroneles y Makela, les doy mi saludo militar a todos para caminar detrás de ellos, ella queda a mi par.

—Eres un completo idiota —habla ella en voz baja sin siquiera verme— ¿Cómo pudo esa chiquilla ser más lista que tú? Tu estupidez ha mandado todos estos años de trabajo al basurero, se supone que estás entrenado para ello y una niña te ha envuelto nublándote la razón y la escasa inteligencia que creía tenías —habla molesta.

—Me importa un carajo la agencia cuando la mujer que amo está en manos de el desgraciando de Pedro —le hago saber mostrándome molesto.

Gira su rostro hacia mí deteniéndose un par de segundos a mitad del pasillo, imito su acción.

Makela muy a menudo suele ser tan irritante y sumamente apática aún cuando las situaciones resulten dolorosas para otros, es una mujer fría que pareciera estar llena de odio y rencor.

—Bienvenido al barco del desamor y desesperación, mi querido Fenrir —se mofa deslizando su dedo por mi mentón en una falsa caricia, empujo su mano para apartarla de mi rostro, sonríe con burla—, pero te tengo una buena noticia, con el tiempo dolerá menos hasta estar casi extinto en tu interior, volverás a ser ese sujeto que no sentía amor por nadie, recuerda que en este maldito hoyo sólo se necesitan personas a las que no les importen otros, que se olviden de amar; ya que el amor es el sentimiento más estúpido e innecesario que el ser humano puede experimentar —sonríe molesta— ¡Niño imbécil! —finaliza para después continuar caminado.

Observo su caminar desde su espalda, su arrogancia, seguridad y falta de empatía son palpables a la vez que detestables. Cierro los ojos enfurecido, nunca voy a comprender la frialdad e indiferencia con la Makela sobrelleva cada situación, es el maldito ser humano más frío que he conocido.

Tomo un profundo suspiro antes de darles alcance a los oficiales entrando a la sala tras ellos, allí también se encuentra el coronel Márquez, que me observa desde su asiento con la cabeza un poco ladeada en tanto golpea constantemente la mesa con bolígrafo de punta retráctil, no sé si me analiza o me cree un idiota como me cree Makela, lo que ambos piensen me importa un carajo, o tal vez es que es otro furioso conmigo pero ninguno sabe que el más molesto conmigo, soy yo, lejos de mantener a salvo a la mujer que amo la dejé tomar el riesgo que quizá acabe con su vida y si eso sucede jamás voy a perdonármelo.

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