EPÍLOGO

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FENRIR

Los años pasan de prisa cuando la felicidad y la armonía reinan en tu vida, algo que ya merecíamos después de pasar por tantas desgracias.

Me siento el hombre más dichoso sobre la tierra teniendo no solo a María como mi hija, si no ahora a Luna, Aleck, Donatella y Dareck; siento que nuestros hijos adoptivos han terminado de complementarnos. Mi mapache siempre está sonriendo desde que todas nuestras desgracias se esfumaron y nuestros pequeños remolinos transformaron nuestras vidas.

Nuestras vidas ahora son completamente distintas, tuvimos que acelerar nuestro retiro de la ANN y el mudarnos a Bahia porque ahora estamos enteramente adentrados en nuestro rol de padres, ha sido algo difícil adaptarnos a nuevos horarios, pero todo ha valido la pena, ese par de pequeños huracanes valen cada segundo invertido en ellos. Basta ver sus dulces rostros, escuchar sus melodiosas risas invadiendo nuestra casa y el escuchar a ambos llamarnos sus padres para que todo lo que pueda resultar difícil se convierta en posible, se han ganado nuestros corazones.

Veo a mi pequeña caminar hacia la camioneta trayendo con ella a nuestros hijos en tanto la espero en el estacionamiento del colegio donde ellos estudian, sus pequeñas manos sujetas a las de mi mapache me enternece. Dareck viene dando pequeños saltos sin soltarla mientras Donatella apenas me ve corre a mi encuentro. Me pongo de cuclillas para atraparla entre mis brazos mientras ella me llena de besos.

—¡Papáááá!

Mi corazón se contrae escuchándola llamarme de aquella forma. No tuve la fortuna de ver crecer a mi hija, pero la vida me está regalando estos bellos momentos junto a Dareck y Donatella.

—¿Cómo te ha ido, mi amor? —pregunto teniéndola en mis brazos.

—'Mien. Tomí totolates' —me hace saber, sonrío atontado con su angelical carita. Donatella es tan dulce.

—¡Hola, campeón! —alcanzo a Dareck cuando llega hasta mí, lo alzo en mis brazos como tengo a su hermana.

Mi pequeña se acerca a nosotros sonriendo y dejo un beso ligero en sus labios seguido de un «te amo».

—'Quelo un pony' —dice entusiasmado, sonrío.
Su leguaje aún no es fluido con sus escasos cuatro años, pero después de un año de convivencia le entiendo a la perfección—. 'Pada mi tuteaños quelo pony banco' —aclara teniendo mi rostro entre sus pequeñas manitas mientras su aliento con olor a caramelo choca contra mis fosas nasales.

—Sólo si duerme en tu cama —le digo bromista esperando que rechace la propuesta.

—¡Sí! —habla feliz. Mi treta no ha funcionado.

—Mi amor, no podemos tener un pony. La playa no es el lugar idóneo para ese animalito. Sufriría mucho —mi pequeña trata de hacerlo entrar en razón—, ¿qué te parece si adoptamos un gatito? Yo amo a los gatos y jamás he tenido uno como mascota.

Arrugo el ceño al escuchar decir aquello, tantos años con mi pequeño mapache y acabo de descubrir su amor por los gatos.

—¡Sííííí! —gritan Dareck y Donatella.

—'Dosh' —protesta Donatella levantando sus deditos para enseñarme el número que pide—. Uno Daleck, uno mío.

Mi pequeña sonríe dejando un beso en sus pequeñas mejillas seguido de un ligero beso en mis labios. Donatella alcanza el cuello de Camila para hacer que nos abracemos todos y yo sonrío al igual que ella. Sus ojos se encuentran posados en los míos diciéndome tan sólo con la mirada cuando me ama y ella sabe que su sentimiento es enteramente correspondido.

—Ahora hay que ir a casa para que a ustedes dos los ponga muy guapos e ir a festejar el cumpleaños de papá, ¿okay?

Sonrío sin dejar de ver a mi pequeña, aún cuando los años transcurran ella seguirá siendo mi pequeña, mi mapache.

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