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El par de sujetos a los que ha llamado sus invitados se encuentran tan absortos como nosotras, mis manos tiemblan como un par de gelatinas acorazando mi vientre, no es así como quiero morir, no cuando mi bebé está creciendo en mi interior, no dejo de llorar mientras escucho también el llanto de las otras chicas, no comprendo como Marcél disfruta tanto torturándonos.

Mis pensamientos abandonan el terrorífico sitio en el que mi cuerpo se encuentra, miles de vivencias se apoderan de ella, mi extraña infancia viviendo en todos y en ningún sitio a la vez, la muerte de quien creía mi madre, los días junto a Fenrir con quien creía pasaría la vida entera siendo feliz, no sabía que el destino se empecinaría en ser mi cruel verdugo.

—Mar, amor mío —la voz de Marcél me devuelve a mi trágico presente y veo hacia él cuando se dirige a Mar.

Ella mueve frenéticamente la cabeza en repetidos "noes" estando con la mirada sobre el piso, Marcél camina hasta quedarse frente suyo, tomándola por mentón obligándola a verle.

—Abre tu obsequio, mi amor —habla con una falsa calma, Mar llora en silencio agitando la cabeza en negativo.

—¿De verdad me amas, Marcél? —pregunta ella con la voz hecha un hilo que apenas y es audible, levanta temerosa la vista hasta encontrarse con el rostro de nuestro captor.

—Abre tu obsequio —insiste él sin darle respuesta.

—Sólo necesito que me digas si en verdad me amas, dime que Maya no tenía razón, dime que en verdad me amas, que no soy una más de ellas, que no me equivoqué al confiar en ti.

Su voz suena temblorosa con cada una de sus palabras.

Son el temor, la rabia y el dolor los que fieles sentimientos que nos acompañan día tras día junto a Marcél, ligado a la incertidumbre al no saber cuál será su ánimo que lleve a decidir nuestro destino.

—¡Qué abras el maldito obsequio! —grita provocando que Mar salte del susto— ¡Jamás serás mi esposa, jamás serás mi mujer! —continúa con sus gritos— ¡No sirves, Mar, ni para mí, ni para ningún hombre...!

—Yo sí te amo, Marcél —lo interrumpe.

—¡¿Qué crees que siento por ti?! —grita él y Mar sólo mueve la cabeza en negación— ¡¿En verdad crees que no te amé?! —la toma bruscamente por la mandíbula— ¡Me enamoré de la chica que sonreía dulcemente al verme, la que me agradecía por cada lienzo, cada pintura, la que le contaba sus sueños y me decía hasta donde quería llegar. La que me hacía sentir importante, la que no me veía con lástima, la que al verme caminar seguía viendo mis ojos y no mi pierna, porque para ella no era un maldito pobre cojo! —Mar llora intentando quitarse la mano de Marcél de forma inútil— ¡Contigo supe que podía ser un hombre distinto, uno que podía olvidar su pasado para vivir un presente diferente, que se ilusionó por primera vez, no pensaba forzarte a nada, sólo pensaba en ser paciente, quería verte convertirte en una mujer a la cual pudiera declararle mi amor, eras una niña y lo sabía, pero también sabía que te convertirías en la mujer más hermosa que hubiese conocido, esperé paciente a que sucediera, ya cuando ya eras toda una mujer...!

—Te amo —habla ella al interrumpirlo, la respuesta de Marcél es un arrebatador beso y enseguida una fuerte bofetada.

—¡Me amas tanto que te entregaste al maldito Cygnus pero, ¿sabes qué te regaló ese imbécil? Te dejó inservible, te contagió de VIH, por eso nunca te toqué! —se ríe como un desquiciado al darle la terrible noticia a Mar.

—No es verdad —ella llora aún más.

—¿Olvidaste que es un mujeriego? ¿Creíste que cambiaría por su falso amor por ti? Es un Prats, un maldito narcisista y egocéntrico Prats —ríe burlón—. Me ilusioné como un idiota pensando que correspondías a lo que sentía por ti, pero tenías que elegirlo a él, ¡mírame! —grita— ¿Sabes por qué me casé con Katherina? Para estar cerca de ti y fue mi mejor jugada porque sin siquiera planearlo, me convertí en lo que ahora soy, un hombre con tanto poder y dinero, que puede aplastar a cualquiera con un sólo dedo.

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