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FENRIR

Me he sentido nervioso durante todo el día y mi concentración se ha ido al carajo, he huido como un cobarde después que Dario me ha dicho que ahora ella estará en el mismo edificio trabajando, no será parte de mi equipo, pero igual no podré evitar encontrármela a menudo, y no es tampoco algo que desee, de ser por mí, ella seguiría despertando entre mis brazos.

Suspiro al adentrarme a mi oficina, me he ido a descansar a casa un par de horas, y no, no lo he logrado, sólo he pensado en ella, a quién trato de engañar, lo que en realidad deseaba era evitarla, absurdo, lo sé, tarde o temprano la veré y tendré que enfrentarme a sus nuevos reclamos, debo aceptar que es momento de darle la libertad que tanto me ha pedido por años.

Me siento echando mi cabeza hacia tras, es tan difícil el aceptar que debo firmar los malditos documentos del divorcio. Saco la imagen de ella que guardo en el cajón de mi escritorio, sonrío pasando mis dedos sobre ella como si la acariciara, mi pequeña es tan hermosa.

Escucho un par de golpes a mi puerta, me pongo de pie para abrir puesto que al llegar la he dejado con seguro, no quiero que Fausto venga como un remolino a acabar con la poca concentración que me queda y mi poca paciencia también.

—Te vine a buscar por la mañana para dejarte el café y venido varías veces más —habla Zarina mostrándome una sonrisa, le correspondo y me hago a un lado para que pueda entrar a mi oficina, me saluda con un beso muy cercano a la comisura de mis labios.

Si Camila viera esta escena seguramente pensaría lo peor. Y no pretendo hablar con Zarina al respecto puesto que no quiero quedar como un idiota porque ella abiertamente nunca me ha insinuado nada, quizá yo me imagino cosas por culpa de Fausto y ella sólo quiera ser amable conmigo.

—¡Gracias! —doy por respuesta cuando ella deja mi taza sobre mi escrito.

—¿Irás al bar? —me cuestiona. Arrugo el ceño no saber el por qué de su pregunta, es lunes y no creo que sea el mejor día para ir a un bar.

Estoy por cerrar la puerta cuando alguien la empuja evitando que suceda.

—¡Vaya!, no soy la única que ha estado al pendiente de tu llegada.

Siento que mi corazón hace una larga pausa al verla a escasos centímetros de mí, hacía ya cinco años que no la veía. Me ve molesta y enseguida lleva su vista hacia Zarina que se encuentra de pie frente a mi escritorio.

Ella se nota furiosa, pero yo quisiere tomarla entre mis brazos y besarla haciéndole saber lo mucho que la sigo amando.

—Hola —Zarina habla con cierto recelo, había olvidado que estaba aquí, seguro se ha desconcertado por la actitud de Camila.

—Necesito hablar a solas con mi esposo —mi pequeña habla hostil sin corresponder al saludo de Zarina.

No puedo evitar sonreír como un idiota al escuchar decir aquello. «Mi esposa», repito en mi cabeza como si fuese un adolescente frente a la chica que le gusta.

Zarina sale de inmediato notándose molesta, sé que no se esperaba que estuviese casado, no puedo sentirme culpable por las falsas ilusiones que se haya creado, pero jamás le di pie a sus coqueteos.

Camila camina hacia mí y es ella quien cierra la puerta, le escucho colocar el seguro, me quedo expectante a lo que venga. Pudo haber dicho que soy su esposo, pero sé que lo hizo sólo para fastidiar a Zarina. Camina hacia mi escritorio y prueba el café, arruga el ceño antes de volver hacia mí, sigo cada uno de sus pasos.

—¡¿Cuándo carajos firmarás los documentos del divorcio?! —casi grita mostrándose molesta.

—Cuando me dejes explicarte lo que sucedió con nuestra hija —trato de mantenerme tranquilo.

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