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Dejo un beso sobre su hombro desnudo cuando aún me encuentro envuelta entre sus brazos, amo esta forma de despertar, escuchando sus latidos y observando su pausada respiración mientras mantiene sus ojos cerrados dejándome contemplar cada una de sus facciones para guardarlas en mi memoria.

Me acerco a sus labios para depositar un beso sobre ellos, lo veo sonreír e igual sonrío. Me atrae más hacia su cuerpo y me estruja.

Me parece increíble como al pasar de los años sigo sintiéndome tan atraída hacia él, que aún conociendo cada detalle de su rostro no me sacio en contemplarlo. Lo amo tanto. El destino ha sido muy cruel conmigo, pero también muy bondadoso al cruzarlo en mi camino para que se convirtiera en mi ancla.

Sería una mentirosa si dijera que cambiara todo lo que he sufrido por felicidad, porque de ser así, Fenrir nunca hubiese llegado a mi vida y estaría incompleta sin él. Nunca me imaginé que se pudiera amar tanto. Cada célula de mi cuerpo esta tatuada con su nombre.

—Amo despertar de esta manera —susurra al abrir los ojos para verme.

Sonrío cautivada por su marrón mirada, esa que me ha enseñado que puedo ver a través de ella su alma, porque Fenrir es un ser tan transparente y dulce que sus ojos no son más que un par de ventanas a su pulcro interior.

Sé que soy una afortunada por tenerlo conmigo, ser suya y él mío.

—También amo respetar así —mi mirada y la suya no se apartan.

—Soy el hombre más afortunado y feliz de la tierra —enuncia rozando su nariz contra la mía y finalizando con un beso en mi frente para enseguida estrujarme—. En ocasiones aún me parece increíble el que hayamos coincido —habla sobre mi cabello.

Me alejo para verlo, llevo mi palma hasta su rostro trazando una caricia en él, cierra sus ojos disfrutando de ese efímero momento para después besar mi palma.

—La vida nos creo únicamente para estar el uno con el otro, nuestro destino ya estaba trazado y nadie podía cambiarlo, ¿no lo has comprendido después de pasar por tanto?

Él me sonríe viéndome, la dulzura y devoción que emanan de su mirada hacen que la piel se me erice, Fenrir no podría ser más perfecto. Cada detalle de su ya ahora maduro rostro siguen volviéndome loca por él.

—No podría imaginarme una vida distinta, una en la que no pudiera deleitarme con tu angelical rostro —traza una caricia sobre mi faz siguiendo el recorrido con su mirada—, tus dulces labios —me da un ligero beso—, aún con tu impulsiva e irracional forma de actuar —río brevemente—. Eres la mitad de mi vida, Camila.

—Tenemos una hija —le recuerdo, él sonríe.

—Ella es la mitad restante —lo abrazo feliz de que ahora ya podremos ser una familia.

Me perdí toda la niñez que mi hija, Marcél me la arrebató, pero la vida me la está regresando regalándome una inmensa felicidad con su retorno.

—Se parece a mí —susurra un tanto burlón refiriéndose a nuestra hija, sonrío y me alejo para verle—. Podré decirle al general que mis genes dominaron y que por fin hay un Lonnet de ojos marrones —se burla y río.

Es verdad, en la familia de mi abuelo no hay un solo integrante sanguíneo que tenga los ojos de otro color que no sean azules, porque aún cuando la sangre de Marcél corra por mi sistema, jamás lo llamaré padre, he conservado el apellido de quien siempre ha sido merecedor del título, soy una Cortázar como papá, pero amo a mi familia Lonnet, todos los ojiazules narcisistas que son un terrón de azúcar cuando aprendes a conocerlos.

Mi estómago ruge cuando aún nos encontramos contemplándonos.

—Rompes la magia —bromea al escuchar a mi estómago demandando ser alimentado.

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