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FENRIR

A mitad del día he recibido una llamada de Fernando, hace algunos meses que no nos vemos, he estado a tope de trabajo al igual que él. Pero me ha pedido que comamos juntos, y puesto que Camila no ha atendido mis llamadas desde la mañana y no ha respondido a mis mensajes, he aceptado que nos veamos. Para ser franco no estoy del mejor ánimo, pero es uno de mis mejores amigos y no quiero ser descortés.

Me adentro al restaurante después de darle las llaves de mi coche al valet parking, es uno de esos restaurantes lujosos, a los que usualmente frecuentan los Prats, no son de mis sitios favoritos, aún cuando sean tan exclusivos.

Me acerco al hostess debiendo corroborar la recepción. Este me guía hasta uno de los salones privados resultándome esto bastante extraño. Cuando se abren las puertas corredizas me encuentro con Fernando sostenido una copa de lo que creo es vino. Ahora se supone que tiene refinados gustos cuando creció entre mulas y caballos, sonrío para mí.

Me acerco hasta él para saludarlo con fraternal abrazo, de mis tres mejores amigos, él es el que más me conoce.

—Así que capitán mayor —habla después de saludarme, sonrío.

Se vio en la necesidad de llamar a recepción del edificio al medio día ya que no le respondí a las llamadas, dejé el móvil sin sonido después de resignarme a ser ignorado por Camila. Y fue así que se enteró que soy capitán mayor, no soy de alardear mi rango y siempre he preferido no hablar de las misiones que he resuelto.

—¿Eso es más que un sargento? —cuestiona tomando asiento, imito su acción.

—Varios peldaños arriba —respondo sonriente y sin abundar. Él me sonríe y asienta con la cabeza.

—Es increíble lo distinto que eres al sujeto que fingías ser —arrugo el ceño ante sus palabras—. Al puto Lobo —me aclara, no puedo evitar sonreír—. Este que en realidad eres es todo lo opuesto.

—Soy bueno fingiendo —alardeo sonriente.

—Ya veo. Pero me gustaba más tu versión divertida. Ahora mírate, con una vestimenta impecable, monógamo y tan serio que parece que vas a un mortuorio —se burla.

—Se llama madurez, deberías probar, es bueno —me burlo.

—¿Y perderle el lado divertido a la vida?, no,?gracias. Hay demasiadas chicas allá afuera con necesidad de ser amadas —sonrío nuevamente. Mi amigo nunca dejará de ser un idiota mujeriego.

—Enamorarse es algo que de verdad te llena y te regala tanta felicidad que llegas a creer que es irreal.

—Y que también te pulveriza, pero dejemos de hablar de estupideces por las cuales no pretendo volver a pasar, dos veces no me romperán el corazón —sonríe con desánimo.

No puedo fingir que el sentir de mi amigo no me duele, espero que un día pueda encontrarse a una mujer que pueda curar su corazón, porque dentro de esa coraza que parece impenetrable hay un sujeto que en verdad vale la pena.

—No me andaré con más rodeos —arrugo el ceño cuando su tono cambia—. Creo que lo que menos necesitamos es perder tiempo. Quiero que prestes atención a lo que te diré y que actúes de forma objetiva y tranquila porque es lo que se requiere.

—Habla de una vez —le exijo.

—Tan sólo te pido que te quedes hasta que termine de explicarte, no hagas ninguna estupidez o...

—Fernando, habla —empiezo a alterarme.

—Camila encontró a tu hija...

—¿Qué dices? —me altero aún más.

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