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FENRIR

Cierro los ojos cuando el cansancio es superior a mis fuerzas, dejo caer mi cabeza en el respaldo del sofá en el que me encuentro sentado y doy un hondo suspiro al no poder apartar de mis pensamientos a mi pequeño mapache. Sonrío con desánimo al recordar el sobrenombre que ahora ambos llevamos.

Escucho unos suaves pasos y abro los ojos encontrándome con ella, se encuentra justo frente a mí, me pongo de pie enseguida y me aventuro a acariciar su rostro sin despegar mi mirada de la suya y sin decir palabra.

—Sí necesito que me expliques —habla casi en un susurro y sonrío acercándome mas a ella.

La tomo suavemente de la cintura para atraerla a mí e intento probar sus labios con la esperanza que no me rechace.

Sus labios se mueven a mi ritmo y mi corazón agradece el no haberla perdido. Pego mi frente a la suya manteniendo los ojos cerrados. Ella es como agua en medio del crudo desierto.

—¡Gracias! —hablo antes de volverla a besar.

No puedo decir que la quiero, porque lo que siento por ella es aún más grande que ese sentimiento, sé que la amo, de no ser así no me hubiese sentido perdido al saber que podía alejarse de mí para siempre. No sé cómo sucedió, pero Camila ahora es dueña de mi vida y haría cualquier cosa por ella.

—No quiero que me ocultes nada, no quiero desconfiar de ti. Te amo —sonrío al escucharla y no me resisto a volver a apropiarme de sus labios.

—También te amo, Camila. Te juro que es un sentimiento nuevo para mí y el pensar que había perdido la oportunidad de estar contigo me estaba asfixiando —le doy repetidos besos ligeros.

—Voy a estar contigo siempre que no me ocultes nada —me ve a los ojos—. Da... Fenrir...

—Danilo, pequeña. Debes seguir llamándome Danilo —beso ligeramente sus labios—. Hablaremos en mi departamento, aquí no puede ser —arruga el ceño—. Confía en mí, mi hermoso mapache —sonríe.

—Siempre, mapache —no deja de sonreír.

—Te amo, mi pequeña —la estrujo—. Te amo, te amo, te amo —reparto besos por todo su rostro haciéndola reír.

—Iré a saludar a papá para irnos enseguida.

—No. Makela está con él y no debe de enterarse que voy hablar contigo, entraré a decirle que me iré a mi departamento a descansar, espérame en el estacionamiento —le doy las llaves de la camioneta. Extiende su mano con desconfianza al no entender—. Lo comprenderás todo cuando conversemos —le doy un ligero beso antes que me dirija a la habitación de César.

Es Makela quien responde para que pueda pasar, arrugo el ceño al ver su mano tomando la de César quien se encuentra dormido, al percatarse la retira de inmediato de forma brusca logrando que se despierte.

—¿Qué sucede? —cuestiona con su habitual tono de superioridad y César sólo me observa.

—Me iré a descansar, no tiene caso que me quede estando tú aquí.

—Okay. Mañana preséntate en la agencia. El general quiere hablar contigo —asiento con la cabeza y hecho un vistazo hacia César antes de salir.

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