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FENRIR

Fueron casi dos años de agonía en los cuales comprendí que el alejarme de ella había sido la peor decisión que había podido tomar. Me arrepentí cuando ya no podía retractarme y volver a su lado.

Fueron muchas las noches las que pensé que la perdería por mi estúpida decisión, que estando sola por tanto tiempo sin saber de mí le haría odiarme. Pero estuve allí, en medio de toda aquella inmundicia que quería destruir o por lo menos acabar con un poco de uno de los tantos cánceres de nuestra sociedad.

Nunca estuvo en mis planes que pasara más de un año sin lograr nada, la desesperación me invadía sin poder remediar la distancia que había puesto entre nosotros y tampoco lograba avance alguno, todo era frustración, temor y arrepentimiento por meses, hasta que el sacrificio más grande que había hecho dió frutos y ahora estaba aquí, a un par de pasos del amor de mi vida, había vuelto a ella como fue mi promesa al partir.

Llego al hospital en Nevadas donde el general Lonnet me dijo la encontraría después de haberme contando livianamente que por fin han encontrado a sus nietos, Antonio, el hijo de Makela y Félix, el hijo de Marcél.

Me siento nervioso desconociendo cuál será su reacción después de tantos meses de ausencia. Logro verla a distancia cuando bajo del taxi que me ha traído hasta el hospital. Sonrío mientras camino hacia ella, viene acompañada de un sujeto al que no conozco.

—Hola, Mapache —le hablo estando a su espalda cuando el chico que la acompaña le abre la puerta del coche para que ella suba.

Todo parece suceder en cámara lenta, sus hermosos ojos azules se posan en mí nublándose enseguida tras descubrirme.

No tarda ni un segundo para apartar a su acompañante y lanzarse a mis brazos, la estrujo con fuerza mientras un par de lágrimas acarician mi rostro. Me alegra haber estado equivocado al pensar que me rechazaría por no saber de mí por todo aquel tiempo.

—Volviste a mí —sus labios encuentran con rapidez los míos fusionándonos en un beso tan añorado. Acuno su rostro sin dejar de devorar su boca, la había extrañado tanto.

—Perdóname —le pido pegando mi frente a la suya—. Te prometo que jamás volveré a marcharme de tu lado. Perdóname, mi amor.

Vuelvo a atacar sus labios sin esperar respuesta. Ellos son como agua en el árido desierto en el que me obligué a vivir pensando que sería más sencillo el no verla, fui un idiota al imaginar que era fácil de sobrellevar su ausencia. Ella es mi vida, mi oxígeno, mi todo.

—Te amo, Fenrir —habla con sus labios rozando los míos cuando le hemos dado un breve descanso a nuestras bocas.

—También te amo, mi bella esposa —acuno su rostro una vez más para detallar sus facciones, esas de las que me privé por tantos meses.

Ella es realmente hermosa, es la mujer de mi vida, con la que quiero pasar el resto de mi existencia y de la cual no volveré a alejarme bajo ninguna circunstancia, sólo la muerte podrá arrancarme de su lado, y para ello espero que falten muchos años, porque después de estos meses entendí a la perfección que no quiero volver a exponerme en ninguna misión.

Escucho como el sujeto que se encontraba con ella se aclara la garganta para que recordemos que lo tenemos de espectador. Mi pequeña me sonríe antes de girar para encontrarse con él. Entrelaza su mano con la mía al acercarse al hombre.

—Él es real —su voz sale temblorosa al dirigirse al sujeto, mi pequeña se limpia las lágrimas. Él nos sonríe y ella ríe brevemente. Quizá sus palabras sean una broma que sólo ambos entienden—. Amor, él es Lyra, el tío de Fernando —me presenta.

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