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FENRIR

《《 9 años más tarde 》》

Siento que la cabeza está por estallarme, he pasado la noche entera revisando los documentos del caso que me fue asignado, debo elegir a los agentes idóneos para llevar a cabo la misión y eso resulta más difícil de lo que pensaba, es mi primer caso como estratega y dirigente del equipo de asignación.

Paso mi mano por mi cabello en plena frustración, cómo confiar a un grupo de personas que en la vida he visto un caso como este. Quisiera ser yo quien fuese de infiltrado en lugar de ser quien selecciona, pero con más de cinco años sin ser agente activo en campo, francamente me siento oxidado.

«Que la sangre nueva se encargue», escucho a mi consciencia martillar en mi cabeza, pero siento que el deber de resolver casos como estos es mío, no quiero que el mal manejo de la información afecte el caso.

—¡Joder! —me quejo golpeando ligeramente mi escritorio, esto es tan frustrante.

Tomo mi taza de café que ya se encuentra vacía, salgo de mi oficina para ir por más a la cocina del departamento al cual dirijo. No tengo asistente o secretaria, cuando decidí estar a la cabeza del departamento de narcóticos en Metrópoli fue mi única condición, que todos los elementos a mi cargo estuviesen formados en la ANN, no pretendo que nadie meta sus manos sin ser un experto, ya en años anteriores se han cometido demasiados errores y no pretendo ser uno más en la estadística de fracasos.

Camino por los pasillos recibiendo los saludos de varios de los agentes a mi cargo. Estoy a unos metros de llegar a la cocina cuando me encuentro de frente a Fausto, uno de los agentes que se ha convertido en mi amigo tras ser mi contacto en la ANN en mi última misión. Veo la hora en mi reloj, son las ocho con treinta.

—¿Acabas de llegar? —cuestiono sabiendo que es un total irresponsable, eficiente, pero irresponsable.

Fausto es un agente experto en lenguas, no tiene ningún rango porque se la ha pasado todo el tiempo tras un escritorio haciendo traducciones y descifrando conversaciones, y eso explica su nada atlética figura.

—No, hoy llegué a las siete, pero como tenías tu dichosa musiquita de "no me molesten o los fusilo", no quise arriesgarme.

Volteo hacia él, inexpresivo, por lo menos ha entendido como todos los demás que cuando necesito absoluta concentración no deben llamar a mi puerta a menos que sea algo urgente.

—¿Te caíste de la cama o qué?

—"Tan chistoso" —dice sarcástico—, hoy llegaron los nuevos agentes a narcóticos —dice sonriente.

Había olvidado que el coronel nos pidió estuviésemos en el auditorio a las ocho de la mañana para presentarnos a los nuevos elementos de la unidad. Por fortuna le pedí a Darío se encargara de representarme, es mi segundo al mando y yo no tengo tiempo para presentaciones, no solicité nuevos elementos, por lo tanto me resulta irrelevante.

—Debiste ir a la presentación, llegaron dos sargentos, pero que sargentos —suspira— y un subteniente que se cree el más experto en narcóticos, habrá que bajarlo de su nube —sentencia serio y yo sonrío.

Intento servirme café cuando llegamos, pero sale gota del vital líquido que me mantiene despierto y cuerdo. Doy un suspiro, he pedido decenas de veces que cuando se sirvan la última taza de café vuelvan a preparar más.

—¡Puta mierda! —digo molesto.

No sólo la jarra está vacía, sino el recipiente de los granos y para acabar con mi poca paciencia el filtro está sucio. Suelto un bufido.

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