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Verla tan destrozada es algo que también me pulveriza, aunque mi consuelo es el saber que he logrado lo que Álvaro me ha pedido, separarla de Bruno en tanto Fernando y yo tratamos de dar con quien está detrás de todo esto.

Sólo espero que no nos lleve demasiado tiempo, no quiero ganarme el odio de mi hija cuando se entere de todo, deseo que cuando llegue el día de confesarle la verdad pueda entenderme.

Tomo su mano y presiono por un instante mientras conduzco, tras el enfrentamiento que ha tenido con Bruno ahora estamos adentrándonos al edificio donde vivo.

—¡Buenas noches, señora! —me saluda Juvencio, el portero, acercándose a nosotras para cargar el pequeño par de maletas que traemos con las pertenencias de mi hija, pero no se lo permito puesto que él es demasiado mayor.

—¡Buenas noches, Juvencio! Ella es María, mi hija y se mudará a vivir conmigo —le hago saber.

El hombre de años extiende su mano hacia mi hija cuando ella inicia la cortesía, ambos sonríen con amabilidad.

Mi corazón se acelera cuando veo a alguien colocarse de pie detrás del mueble del vestíbulo, este me sonríe sin decir nada, sólo camina hacia nosotros cuando Juvencio le llama.

Mis manos tiemblan de forma incontrolable intuyendo que hace aquí, por tanto alguien más de la ANN ya se ha enterado de lo que está sucediendo o quizá sólo estoy paranoica y esta es su primera misión. Lo segundo me resulta imposible de creer porque es demasiado joven para tener la preparación requerida para ello.

—Ayúdalas con las maletas —ordena Juvencio sacándome de mis pensamientos.

Aún estando casi paralizada por su inesperada presencia, él toma el equipaje que traigo conmigo y enseguida el que trae María.

Tomo la mano de mi hija para que caminemos detrás de él hacia el elevador, se hace aún lado cuando las puertas se abren dejándonos pasar primero, se adentra y presiona el número de piso, de forma inconsciente presiono demasiado la mano de María.

—¿Cuándo has llegado? —cuestiono.

Él no gira su rostro para verme, sólo lo observo a través de las paredes metálicas del elevador, noto sonríe levemente. Sus gestos se parecen tanto a los de mi padre.

—Hace un par de horas.

—¿Trabajarás en el edificio a partir de ahora? —interrogo en un tono hostil, me desconcierta su presencia y me genera cierto grado de temor.

Aunque debo reconocer que quien sea que esté enterado aún no se lo ha dicho a Fenrir, de lo contrario ya lo tendría aquí haciéndome un amplio interrogatorio.

—Eso parece.

—A tu edad, ¿no crees que no deberías de descuidar tus estudios? —lo noto sonreír nuevamente.

Trato de indagar de manera sutil para que mi hija no note que estoy desesperada por saber que es lo que Iván, mi hermano menor hace aquí.

—Bueno, estoy sólo por las noches, durante la mañana estaré estudiando —responde girándose un poco para verme—. Metrópoli es un buen lugar para aprender cosas que jamás me enseñarán en Quesbo. No digo que no ame el nido de cóndores —sonríe de nuevo ante su burlona aclaración, sé que pretende impresionarme.

Me dan ganas de tomarlo por las orejas y llevarlo de vuelta a la isla. Iván a salido por mucho más arrogante que Thiago, quien seguramente está detrás de todo esto, y dudo mucho que mi padre esté de acuerdo.

—¿Las aves? —cuestiona María sin notar que lo que en realidad Iván y yo sostenemos, es una discusión.

—Sí, Quesbo es el nido de las hábiles aves —y a los isleños nos gusta que nos llamen de esa forma, cóndores.

VUELVE A MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora