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Siento el frío piso donde me encuentro hecha un ovillo, he dejado de preocuparme por el tiempo que he pasado en este oscuro lugar, ya no suplico mas para que me saquen de aquí sabiendo que nadie me escucha, tengo hambre y frío, me siento aterrada.

Atraigo un poco más mis pies hacia mi dorso para darme calor pero es inútil, mis dientes resuenan entre sí cuando no controlo mi tiritar y el cansancio hace que mis ojos se cierren por instantes, pero imágenes espantosas llenan mi cabeza provocando que los abra de forma estrepitosa, lloro al recordar a mi madre muerta y a Fernando igual, lo único que me sirve de consuelo es que Fenrir se encuentra a salvo, así como mi padre y Thiago, o al menos es lo que obligo a mi mente a pensar.

Sería terrible que todo mi sacrificio y la vida de Fernando hayan sido para nada.

—Los amo —susurro estando consciente de que ellos no pueden escucharme.

Me encojo un poco más, después de unos minutos, de un momento a otro mis fuerzas se desvanecen por completo haciéndome quedar dormida.

Un minúsculo rayo de luz se cuela por una rejilla cercana al techo, abro mis ojos y es de día, veo a mi alrededor entre penumbras, las paredes parecen de roca como si estuviese en un subterráneo.

Me pongo de pie para intentar observar a través de la rendija y corroboro que estoy en una especie de celda subterránea como en las películas medievales. De a poco todo se va iluminando más aunque la luz es escasa. Hay una roca plana que pareciera ser una cama y la puerta es metálica con una rejilla en la parte superior muy parecida a la de la pared.

Anoche cuando me encerraron al llegar supuse que sería un lugar horrendo donde me habían dejado, pero jamás me imaginé que fuese espeluznante. Hay una silla metálica con cadenas y enormes candados a los costados de ella, mis ojos recorren el lugar logrando que mi temor acreciente, hay también un poste metálico con un par de cadenas cortas colgando del techo.

Me siento sobre la roca recargando mi espalda a la pared de roca y abrazo mis piernas observando la puerta con la ligera esperanza que alguien me saque de aquí, lloro enfrentando lo que parece ser una pesadilla interminable, sin duda esta lugar es un sitio de tortura.

De pronto escucho pasos, ello induce a ponerme de pie de inmediato, tengo miedo y me trato de protegerme en un rincón, absurdo, lo sé.

—El jefe quiere verte —me habla uno de ellos cuando la puerta se abre.

No me muevo ni un milímetro, el miedo me mantiene paralizada observando a los sujetos frente a mí, quizá sea bueno el hecho que quieran sacarme de este horrendo lugar, pero mi temor es que me lleven a un lugar aún peor.

—¿Quiere la princesa que la llevemos cargando? —el asesino de mamá se abre paso entre ellos apareciendo desde atrás— ¿O te hiciste amiga de las ratas? —ríe ante su mal chiste.

Se abre paso entre los hombres para llegar hasta mí y tomarme del brazo llevándome a tirones, no suplico y tampoco me resisto, no tengo fuerzas para ello, y sé que aún empleando toda mi fuerza no podré evitar mi destino sea cual fuere.

El macabro pasillo por donde soy obligada a caminar es penumbroso, algunos bombillos encienden y apagan ante la inestabilidad de la energía eléctrica. Llegamos a la salida y la claridad golpea mis ojos, me cubro un poco con el antebrazo hasta que me acostumbro a la luz.

Observo el paisaje cuando mis ojos ya se han adaptado a la escasa luz del día, las densas nubes grises impiden el paso directo de los rayos del sol, el aire es tan frío como en el subterráneo pero por lo menos aquí no huele a humedad y moho, se respira aire puro, agradable, los gigantescos pinos se mecen a  merced del apacible viento que parece acariciarlos.

VUELVE A MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora