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FENRIR

Tras terminar de hablar con María, le pedimos que les diga a Leonora y Bruno que también queremos conversar con ellos.

Le hemos propuesto a nuestra hija, venga a vivir con nosotros y ha aceptado, deseamos tanto recuperar el tiempo que nos fue arrebatado, pero nos ha pedido hoy quedarse en la casa de Bruno, junto a su hijo Gavril que al parecer ama como propio, son tantas las cosas que aún debemos conocer de nuestra pequeña.

Las puertas del estudio se abren por segunda ocasión cuando Leonora se adentra seguida de Bruno, ellos también merecen explicaciones, no sólo de lo ocurrido durante estos días, si no, lo que nos vimos orillados a inventar años atrás cuando Camila tuvo que abandonar Yeda y uno de nuestros más amargos pasajes dió inicio.

—¿Me dejas abrazarte? —cuestiona Leonora haciéndonos saber que sigue siendo esa mujer de noble corazón que apoyó a mi pequeña cuando más lo necesitaba.

Camila no piensa ni un sólo segundo y se acerca hasta ella para estrujarla, mi pequeña llora de forma ruidosa mientras Leonora también se quiebra estrujándola.

Sonrío observando a ambas, me alegra que aún cuando hayamos causado tanto daño a la familia que sólo le brindo apoyo incondicional a mi Camila tras el asesinato de quien entonces creía su madre no le hayan guardado rencor o por lo menos, no Leonora.

Volteo hacia Bruno que se ha quedado a unos pasos de mí, lo escaneo con la mirada encontrándolo con las manos metidas en los bolsillos delanteros de sus pantalones. Me cuesta creer que la vida sea tan cómica como para haber llevado a mi hija a los brazos de este idiota.

La mirada de Bruno es igual que la mía, parece desaprobarme, pero lo que no sabe es que bien podría decidir persuadir a mi hija para que lo deje por un chico de su edad, así que más le valdrá portarse como un buen futuro yerno si no quiere que empecemos una batalla en donde seré yo quien triunfe.

—Mírate —habla Leonora al separarse de mi pequeña para observarla, atrae también mi mirada hacia ellas—, sigues siendo tan hermosa —sonríe sosteniendo las manos de Camila entre las suyas.

—Perdóname por el daño que le causé a tu familia —habla Camila.

—Cariño, Ernesto y yo, supimos que algo estaba orillándote a decir aquella mentira. Una niñita tan dulce no podía estar acusando a mi esposo de algo tan serio sin que esta fuese orillada. Lo corroboramos cuando no llegaste a la audiencia y cuando desististe de la demandada.

—Lo lamento, Leonora. Quisiera que Ernesto estuviera aquí para pedirle perdón también a él.

Arrugo el ceño no comprendiendo el por qué Camila dice desearía que Ernesto estuviese aquí, intuyo que no está en la ciudad, porque no podría creer que hubiese fallecido.

—Camila, mi esposo jamás te guardó rencor.

Suspiro corroborando con ello que sí, Ernesto está muerto.

—Lejos de ello, cuando nuestras sospechas se corroboraron tras desistir la demanda que interpusiste —continua Leonora—. Te reportamos como desaparecida al igual que a Thiago, pero fue inútil nuestro reporte porque todo en el hospital desapareció, no habían registros de tu padre, tampoco el certificado de defunción de tu madre y en los colegios los documentos de tu hermano y el tuyo también desaparecieron. Era como si ustedes jamás hubiesen existido.

—No tenía idea que la agencia se había encargado de desaparecer todo —habla ella notándose tan desconcertada como yo lo estoy, tampoco tenía idea que la ANN hubiese ocultado la existencia de mi pequeña y su familia.

—¿Agencia? —cuestiona Bruno.

—Creo que deberíamos de tomar asiento, lo que debo decirles es largo de contar —les hace saber.

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