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"DANILO"

Ya hace dos meses que la madre de Camila fue sepultada y su padre no ha mostrado avance alguno. Le han practicado una nueva cirugía para extraerle líquidos de los pulmones, pero ello no garantiza que vaya a recuperarse, sino todo lo contrario, el panorama cada vez es más desolador.

Camila ahora se ve más delgada, en sus ojos se han marcado ojeras debido a su mal dormir y su continuo llanto, en algunas ocasiones ha aceptado irse a dormir a casa de Leonora cuando Monse acompañada de Arturo se quedan durante la noche o Bruno junto a su padre.

Regreso de la cafetería con un par de sándwiches porque como es usual se rehusa a comer sino es en la sala de espera.

—No tengo hambre —me dice cuando extiendo mi mano para darle la comida, se enrolla en el sofá.

Es como una pequeña niña melindrosa, pero la comprendo, su vida ahora sólo es caos y dolor, en lo último que siempre piensa es en comer; se encuentra llena de temores, innumerables noches mientras duerme sobre mis piernas se levanta exaltada y llora desconsolada. Y lo que pensé que no me afectaría esta devastándome.

—No has cenado nada, ¿y tampoco pretendes desayunar? —la reprendo. Desenvuelvo el sándwich y lo acerco a su boca— Come —le ordeno y ella me ve por el rabillo del ojo sin abrir la boca—. Camila, vas a comer —insisto.

—Mi padre se encuentra en coma y mi madre muerta, así que ya no hay quien me pueda dar órdenes —se encoge aún más en el sofá abrazando sus piernas.

Comprendo su actitud después de que anoche nos han dicho que su padre tendrá que ser intervenido nuevamente porque sus pulmones se están llenando de líquido otra vez y sus riñones están empezando a fallar.

—Okay. Iniciemos una huelga de hambre entonces.

Me pongo de pie caminado hacia el bote de basura. Escucho sus pisadas a mi espalda y me arrebata el sándwich de la mano para después colocarse frente a mí y darle una enorme mordida.

—¿Feliz? —me cuestiona con la boca llena.

—No olvides que prometí cuidarte —la veo con seriedad y ella agacha la mirada antes de volver al sofá.

Me siento en el mismo sofá quedando a poco más de un metro de distancia de ella en tanto como algo que ya me resulta asqueroso pero tengo que alimentarme o terminaremos colapsando por nuestras malas rutinas de sueño y alimentación.

La veo de por el rabillo del ojo, sigue masticando la misma mordida, estoy seguro que sólo se entretiene con el bocado para no comer más.

—¿Sólo trajiste café? ¿Qué tipo de persona acompaña un sándwich con café negro? —sonrío levemente sin verla y sigo comiendo.

Con todas estas semanas junto a ella la he conocido un poco más a fondo, ahora sé que suele ser una fastidiosa cuando se lo propone, aún así he aprendido a ser paciente.

En medio de su dolor saca su lado caprichoso y consentido, ahora me siento como su protector, me gusta sentirla entre mis brazos y saber que ellos le provocan calma.

—Es en serio —vuelve a hablar asomándose a ver mi café y sacude ligeramente el vaso del suyo.

—El tuyo es con crema —le hago saber aunque es absurdo puesto que siempre le traigo lo mismo de la cafetería.

VUELVE A MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora