EXTRA 3

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Sonrío viendo a Luna y a Aleck jugar con sus hermanos, siento una felicidad inmensa invadir mi ser sabiendo que aún cuando no pude tener más hijos la vida me ha dado la oportunidad de hacer feliz a otros pequeños permitiéndoles tener una familia.

Hace cuatro años mi hija me sugirió adoptáramos un niño tras explicarle a detalle la razón por la cual su padre y yo no tuvimos más hijos.

La idea jamás había rondado por mi cabeza, quizá porque pensaba que la única que merecía mi amor era ella, la pequeña niñita que me habían arrebatado.

María, acompañada de Bruno, que prácticamente son inseparables, nos llevaron a mí y a Fenrir al orfanato donde ella creció. Un nudo se posesionó de mi garganta cuando nos adentramos a aquel lugar, tantos pequeños sin hogar y el saber que mi hija estuvo allí quizá creyendo que yo la había abandonado.

Aquella mañana caminamos por los amplios pasillos de las instalaciones al ser recibidas por un par de religiosas que no tardaron en estrujar a mi hija sonriendo con felicidad apenas la vieron. Los niños corrían de un lado a otro, habíamos llegado en el horario donde todos ellos merodeaban por doquier.

Calosfríos recorrieron mi cuerpo, no era aquella la primera vez que visitaba el lugar, ya antes había venido numerosas veces en busca de una respuesta para dar con el paradero de María.

Escuchar aquellas risistas que a pesar de no tener padres se veían felices al lado de un grupo de religiosas que jugaban con ellos me hizo saber que por lo menos, mi hija había tenido el cálido cobijo de todos aquellos brazos.

—Vamos, mamá —escuché hablar a María estando a un par de pasos delante de mí.

Me había quedado observando a un grupo de niños que corrían al rededor de una pequeña fuente en medio de aquel jardín mientras una religiosa corría tras ellos jugando a las atrapadas.

Sentí una ligera presión en mi palma, los dedos de Fenrir que venían entrelazados a los míos hicieron presión haciéndome notar que él, como siempre, estaba a mi lado, que allí estaba por iniciar una nueva etapa junto a mí.

Una lágrima corrió por mi mejilla viendo a mi hija, si bien era de consuelo el que hubiese crecido en un lugar tan cálido y lleno de cariño por parte de todas aquellas monjas, también era cierto que debió estar a mi lado, debieron ser mis brazos los que la arrullaran, mis labios los que la llenaran de amor, me correspondía a mí verla crecer.

Fenrir no tardó en abrazarme y dejar un beso sobre mi frente antes de estrujarme. Era un dolor que habíamos compartido por años, nadie comprendía mejor que él lo que en mi alma aún habitaba. Estaba agradecida con la vida por haberla encontrado, pero aún pesaba en mi ser todo el tiempo que había perdido sin ella.

—Fui feliz —escuché el suave susurro de la voz de mi hija.

Fenrir dejo de abrazarme para que ambos nos aferráramos a ella.

—Ustedes no me abandonaron —su voz se escuchaba afectada—, en mi interior una voz lo gritó siempre y eso, junto al amor que recibí en este lugar, me hicieron crecer feliz —abundó.

Dejé de abrazarla al igual que Fenrir y él llevó su mano hasta el rostro de nuestra hija, un "te amo" salió de sus labios mientras secaba con ternura las lágrimas de María. La abrazamos por un instante más antes de seguir caminando hacia las oficinas del orfanato.

Una religiosa bastante mayor nos recibió, era la misma con la que un par de años atrás había conversado haciéndole saber que María era mi hija y que por todo los trámites no pudo decirme donde se encontraba. Una sonrisa gigantesca se dibujó en su rostro tras ver a mi hija aparecer frente a ella cuando las puertas se abrieron.

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