-68-

535 171 27
                                    


Siento la mano de Lyra presionar la mía incitándome a avanzar, pero no lo hago, parezco petrificada escuchando aquella risa que tantas veces me juré no volvería a dañarme, que cuando tuviera que enfrentarlo lo haría sin temor alguno, pero ahora comprendo que sólo trataba de engañarme internamente para olvidar los tortuosos momentos que viví junto a ese hombre.

Siento la mirada de Lyra sobre mi rostro al darse cuenta que no pretendo moverme.

Se supone que llevé años de terapia para poder enfrentar todo lo que me ocurrió estando en manos de Marcél, sin embargo, ahora me doy cuenta que de nada sirvió porque me siento igual de aterrada que como cuando estaba a su lado.

De pronto tengo a Lyra justo frente a mí, suelta mi mano para acunar mi rostro y acercar su aliento al mío, en otro momento hubiese reaccionado de la peor manera, pero ahora no soy dueña de ninguno de mis reflejos.

—No lo arruines —me susurra dejando un beso en mi mejilla muy cercano a mis labios para enseguida abrazarme. Supongo con ello que sólo intenta que el par de sujetos no noten lo mal que me encuentro, aunado a seguirles haciendo creer que somos pareja—. Trata de controlarte, Camila, que de lo contrario esto se irá al carajo —vuelve a susurrarme con sus labios pegados a mi cabello.

Envuelvo mis manos al rededor de su cuerpo en un desesperado intento de controlarme, sé que tiemblo como una gelatina y quizá el par de sujetos terminen notándolo.

—Marcél está allí —susurro.

—¿Estás segura? —cuestiona sin alejarse de mí— Si él está allí nos reconocerá a ambos —susurra.

—No podemos dejarlo —mi voz se corta.

Escucho la puerta metálica abrirse y la risa resuena aún más escandalosa en el pasillo, Lyra me estruja estando de espaldas cuando siente que mi temor aumenta.

—Par de tortolitos, mi chico no estará esperándolos toda la noche.

Lyra voltea en ese instante encontrándose con el rostro del sujeto que vimos al entrar. No puedo evitar sonreír calmándome un poco al comprender que la risa que escuché hace un instante en realidad era la de ese hombre.

—Ahora debes controlarte o ambos terminaremos perdiendo la cabeza, literalmente —me exige antes de soltarme.

Hago caso a lo que pide y suspiro profundo antes que él deje de envolver mi cuerpo. Toma nuevamente mi mano mientras lucho internamente para no arruinar todo.

Nos adentramos a la pequeña habitación donde tan sólo hay un viejo sofá y un intento de camilla fija igual de deteriorada, el chico que ha peleado se encuentra siendo atendido por otro chico que pareciera curarle las heridas, aún no veo su rostro y ya me encuentro desesperada por cerciorarme de que sea mi hermano, mi hermano, sí, porque aunque no llevemos la misma sangre, él al igual que Thiago son hijos de César, el hombre que siempre será mi padre.

—¡Qué estoy bien, joder! —se queja empujando un poco al otro muchacho que reacciona arrojándole la gaza a la cara.

—Jódete entonces, idiota —habla el chico que parece ser mucho menor que él antes de alejarse.

Ahora que ya no hay nada que obstruya mi vista veo su rostro, no puedo evitar sonreír al contener las ganas inmensas que tengo de llorar y de correr hacia él para abrazarlo. Siento que mi mundo se abre bajo mis pies para que caiga en un profundo abismo, muerdo mis labios tratando de no llorar al corroborar que es Antonio, su bicolor mirada es inconfundible y sus facciones aún conservan rastros del pequeño niño al que conocí en Niebla.

No dejo de observarlo, gran parte de su cuerpo está cubierto por tatuajes. Vuelvo mi vista a su faz. Él sin prestarme atención limpia su labio roto y enseguida su mirada se topa con la mía, arruga el ceño sin dejar de observarme. Quizá me haya reconocido. Le sonrío sin recibir respuesta a cambio, continua serio y ceñudo.

VUELVE A MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora