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FENRIR

Rodear su cuerpo con mis brazos durante toda la noche es como permanecer en el más perfecto de mis sueños. Amo estar así, a su lado, disfrutando de su cercanía y esa colonia que expide su piel, saberme dueño de su corazón y habitar en sus pensamientos es un dicha que jamás imaginé podría vivir.

Siento como intenta moverse cuando aún mantengo los ojos cerrados, no le permito alejarse de mí, lejos de ello la atraigo más a mi semidesnudo cuerpo para estrujarla. Beso su hombro descubierto al susurrarle «te amo».

Quisiera pasar más tiempo así, adherido a su cuerpo disfrutando de su cálida piel.

—¡¡Fenriiiiiiirrrr!! —grita empujando mi brazo mientras salta de la cama como un resorte.

Imito su acción saliendo de la cama a toda velocidad para enseguida tomar mi arma que está sobre el buró, mi respiración está acelerada y apunto hacia la puerta buscando al intruso.

—¡¿Dónde está?! —grito apuntando a todos lados.

—¿Dónde está quién?, guarda esa arma —dice enseguida—. Fenrir, nuevamente se nos hizo tarde —habla alterada.

Suelto el aire bajando el arma creyendo que un día de estos ella va a matarme de un infarto. ¡Joder!, ahora siento que no dejo de temblar, he quedado alterado.

Vaya manera de despertarme y ponerme en alerta.

—Vas a matarme —le hago saber al dejar mi arma en el buró.

—No, quien va a querer fusilarme será el coronel como no te des prisa, tengo reunión y dudo que llegue a tiempo.

La veo correr hacia el sanitario y sale enseguida hacia el vestidor trayendo en la boca el cepillo dental mientras se desviste de camino, no puedo evitar sonreír viéndola, me encanta que no tenga el más mínimo pudor, aunque como podría ser pudorosa frente a mí si la hago mía cada noche.

Vuelve a salir del vestidor dando saltitos intentado subirse los jeans, ya trae la blusa puesta y casi arrastra un blazer.

—¡Jodida cremallera! —grita desesperada— ¡¡Fenrir, ¿dónde están mis botas?!!

—Las traigo puestas —bromeo desde el sanitario.

—¡Date prisa, Fenrir! —vuelve a gritar.

—¿Necesitas que hagamos ejercicios de respiración? —la bromeo de nuevo al salir mientras me aseguro los botones de la camisa.

La veo achicar los ojos en tanto se calza. Se pone de pie con una sola bota puesta en tanto busca algo que seguramente es su móvil. No puedo evitar reírme, es graciosa cuando se encuentra apresurada. Parece un pequeño remolino dando vueltas por todas partes.

Amo cada una de sus acciones y comportamientos, es tan dulce aún cuando pareciera que ni el sol la calienta.

—¡Maldito celular! —grita.

Sonrío una vez más, conozco tan bien a mi Mapache.

—Sin duda necesitamos hacer ejercicios de respiración —insisto en molestarla.

—Deja de bromear y vámonos. Llegaremos tarde por tu culpa —tira de mi mano y cojea puesto que aún no se calza el otro pie.

Llegamos a la sala y se sienta en el sofá más cercano a la puerta para ponerse el zapato que le falta.

—¿Mi culpa? —cuestiono sonriente— Eres la responsable de que lleguemos tarde, a ti te corresponde que nos despertemos a tiempo —trato de no reírme.

—¿Por qué tengo que ser siempre que se encarga? Ya eres bastante grandecito para volverte un hombre responsable —sentencia cruzándose de brazos cuando ya tiene la otra bota puesta.

VUELVE A MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora