De vez en cuando, en la sala donde todos seguían reunidos, Will alcanzaba a oír una que otra risita maliciosa y burlona que, sospechaba, provenían de los corazones perversos de Luke y Lou, y el de Nico, cuando fingía no prestarle atención. Parecían pequeños diablitos, retorciéndose las manos eufóricos mientras aplicaban el castigo eterno a los condenados, excepto que, la única que lo estaba ejecutando era Kayla, y mas bien, se trataba solo de la pena de una derrota en Póker, en lugar de un sufrimiento infinito en la lava del infierno.
A pesar de que a Nico le hubiese gustado más el último escenario.
El ambiente permanecía relativamente relajado. Los vasos de caipiriña vacíos o medio llenos estaban desperdigados por todas partes, había trozos de salchichas en una bandejita que Percy devoraba utilizando un escarbadientes, Frank y Hazel seguían inmersos en el otro, y su padre veía la cuarta temporada de Grey's Anatomy en su habitación. Podrían haber pasado como un grupo de amigos muy unidos, si no fuera porque solo unos minutos atrás había explotado una calurosa discusión, cuando Lou había empezado a rogar a Kayla sobre vestir a Dylan con un vestido de niña. Por supuesto él había expresado su violenta negatividad ante la sugerencia de Lou.
—¡No vas a ponerme un vestido! —espetó, apretando sus dedos alrededor del vaso que Percy le había dado—. Si quieres un bufón con quien jugar, pídele a Cecil. Estoy seguro que le encantaría hacerte feliz, y no le sería difícil hacer el ridículo.
—¡Oye! ¡Déjenme en paz! —lloriqueó Cecil al fondo, pero nadie le hizo caso.
—¿Una falda rosa entonces? —Se burló Lou, utilizando la misma idea que Dylan había sugerido para Nico—. ¿O qué te parece si depilamos tus piernas con cera? Conocer un poco más del sufrimiento femenino, tal vez logre que seas menos machista. ¿Tú qué opinas, Kay? Estás de acuerdo conmigo, ¿no?
Todos depositaron su atención en Kayla, quien acababa de regresar de su cuarto, cargando con un cofre en forma de corazón en brazos, un espejo, y uno de sus tantos cepillos para el pelo. Ella ojeó tímidamente hacia Dylan, quien la miró con una súplica silenciosa en sus ojos de borreguito lastimado. Al final, Kayla apretó los labios, y negó en dirección a Lou sin mirarla directamente.
—Tengo una idea mejor —anunció, y su rostro se iluminó con emoción, mientras abría la tapa del cofre para mostrarles lo que contenía.
Luke y Nico estallaron en carcajadas al instante, los ojos de Percy se agrandaron como los de un pez, Cecil silbó compasivamente, y en cuanto Dylan, éste se limitó a tomar aire con fuerza, y exclamó:
—¡Oh no!
—¡Oh sí! —chilló Lou, dando saltitos en su lugar, junto con una entusiasta adolescente amante de toda la colección de Barbie fashion para chicas con estilo.
Ahora, Dylan estaba sentado sobre una silla que Kayla había arrastrado desde la cocina, con la espalda muy recta, y el rostro muy tenso como un gato acorralado. Se mantenía lo más quieto posible. Pero Will sabía que bastaría con un movimiento en falso, para que sacara las garras y le diera un bonito rasguño al idiota que se atreviera a acercarse mínimamente a él. Sujetaba el espejo en su mano izquierda, y cada cierto tiempo, lo levantaba para vigilar su reflejo con precaución. Con cada vistazo, su rostro empalidecía aún más.
La cabeza de Dylan parecía una aureola primaveral.
Y es que, Kayla estaba haciendo un excelente trabajo, decorándolo con todos los accesorios para el pelo que había acumulado a lo largo de los años dentro de su cofre femenino. No se había reservado nada. Como en uno de esos juegos para engalanar a un personaje avatar, su hermana lo había puesto todo. Desde pinzas en forma de mariposas de colores, horquillas en forma de florecitas, moños de tonalidades pastel, y lazos que sujetaban el flequillo de Dylan al frente. Parecía como si un unicornio hubiera vomitado en su cabeza, y luego se lo había comido, y vuelto a vomitar.