Te encontraré Amor

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Leyó lentamente con sumo cuidado sin perderse ninguna sílaba, el nombre de su hermana estaba allí, escrito en cursiva y pintura dorada con delicadeza y sin nada de sentimiento por parte del autor, él esperaba una equivocación, él aún esperaba que alguien le dijera que su hermana estaba esperándolo en su cuarto como todos los días después del colegio para que le leyera un cuento que su madre había escrito hace años atrás. Cuando ella también vivía, como su hermana también vivía.

Sus grandes ojos marrones, casi negros, incansablemente recorrieron el nombre como una caricia invisible, sintió dolorosas agujas que torturaban su corazón, sentía un dolor indescriptible que no lo había abandonado desde hace días, y que vagamente se le había ocurrido que tal vez, de ahora en más, sería su compañera por el resto de su vida.

Aquel pensamiento lo llenaba de pavor, y ese pavor dejaba su garganta obstruida dejándolo incapacitado de soltar palabra alguna.

No había hablado desde hace dos días, no había soltado nada más que ruidos, gimoteos o sollozos como un animal moribundo. Estaba totalmente sumergido en una silenciosa oscuridad donde se balanceaba en una marea de solo dolor.

Sintió a su padre incorporándose del banco donde se sentaba a su lado, lo observó acercarse hasta la lápida con pasos pesados, sus dedos temblaban incontrolablemente cuando acarició el nombre de su hija, con un rostro surcado de lágrimas amargas y dolorosas como si fueran capaz de dejar cicatrices incurables en sus huecas y pálidas mejillas.

- Mia dolce figlia. - Su padre susurro con voz ronca, aún conservaba una mirada de incredulidad por la realidad que le presentaban, se dirigió a su hijo sin mirarlo. - Nico, ¿no le dirás adiós a tu hermana? Pasará un largo tiempo para que podamos volver a visitarla. -

Su hijo mantuvo su silencio, aunque quería decirle a su padre que allí no había nadie a quién despedir. Allí abajo en la tierra, solo había un saco de carne y huesos que pronto no serían más que polvo, un recipiente roto incapaz de seguir albergando un alma. Su hermana, su verdadera esencia ya los había abandonado ya hace mucho, y él jamás podría despedirse de ella adecuadamente.

Una oportunidad única, pérdida para la eternidad.

Al costado de Nico, apareció una alta figura con traje importado y bien planchado, miraba dubitativo hacia la figura derrotada de su jefe perdido en la desesperanza, temía perder su trabajo si lo interrumpía en tal momento, pero pronto su padre se apiadó de él y sin levantar la vista habló con voz gruesa y hueca.

- Dime a que has venido, Caronte. - se limpió una lágrima que caía en su mejilla, y la miró con curiosidad.

- Señor, el detective Parisi ha llegado para hablar acerca del accidente. - Dice en tono de disculpa, agachando la mirada. - Insiste en hablar con usted, es realmente un desconsiderado, incluso se atreve a mostrarse impaciente. -

- Su avaricia no aguanta más de dos días para intentar picotear una vez más al moribundo. - Soltó un resoplido. - Spazzini... Caronte, diles que esperen unos minutos más, iré junto a ellos en breve luego de compartir algunas palabras con mi hijo. -

El hombre llamado Caronte, dio una breve inclinación en entendimiento y se alejó apresuradamente a cumplir sus órdenes.

Nico observó que los zapatos de su padre se acercaban a él, se quedó mirándolos debajo suyo como si fueran algo realmente interesante.

- No has dicho nada en días, ¿acaso has olvidado de como hablar? - Comentó en tono burlón, Nico alzó la vista enfrentándose a su padre, con un rostro desprovisto de cualquier emoción. - No me malentiendas, te comprendo, todos demostramos nuestro dolor de distintas maneras. -

No te escondas del Sol, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora