Era bien conocido por todos dentro del círculo, que, el señor Chensen, usualmente era un hombre de temple amable y hasta aniñado, que evitaba las confrontaciones, y se limitaba a seguir todas las órdenes que Hades dictaba. Por esa razón, no era extraño que a veces fuera intimidado por matones innatos como, Thompson y Tanaka, quienes encontraban muy entretenido burlarse de un hombre que siempre había sido mangoneado por su mujer, y que nunca respondía, a ningún tipo de provocación. Siempre amable, siempre asequible. Muchos se preguntaban, cómo un hombre así, habría entrado en el oscuro mundo de las drogas y la corrupción, y, había sobrevivido tanto tiempo. Claramente, era porque nunca lo habían visto tan enojado, como ahora.
—Señores, sé lo qué están pensando con respecto a la repentina desaparición de mi hija, por lo que, con el debido respeto que me está costando mantener, les advierto, que se abstengan de lanzar cualquier opinión inapropiada que tengan. —Incluso al borde de la desesperación, el señor Chensen no se había olvidado de sus modales—. Mi hija no es como el resto de las chicas que desaparecen sin avisarme. La he educado de tal manera, que nunca haría algo para preocupar a sus padres. No he sabido nada de ella desde el lunes, ¡hoy ya es domingo! ¡¡Ya han pasado seis días!!
Dylan escuchó atentamente, la forma en que la voz del señor Chensen, se rompía en la última sílaba, evocando una profunda frustración que solo los padres que se preocupaban verdaderamente por sus hijos podían llegar a sentir. De pie en un pasillo solitario, con la espalda apoyada contra la pared, Dylan ignoró los pinchazos de celos que atacaban su interior, como un enjambre de abejas aguijoneando toda su piel con saña. Giró suavemente su rostro, y echó un vistazo al interior de la habitación, mediante el resquicio de una puerta semi abierta.
—Entendemos, por supuesto que entendemos –la voz de Minos flotó desde los altavoces, con una pizca de condescendencia. Acto seguido, miró significativamente hacia Thomas, quien, se hallaba del otro lado de una pantalla de computadora, puesto que le había sido imposible asistir a la imprevista reunión de forma presencial. Todos, a excepción de Thomas Thompson, se encontraban en la sala del señor di Angelo en ese momento. Hades, como señor de la casa, estaba sentado con las piernas cruzadas en un sofá negro de aspecto elegantísimo, digno de un noble. Minos y Tanaka estaban sentados en unos sillones que resaltan en inferioridad. Sólo el Señor Chensen estaba parado, mirando con mala cara hacia Minos, que seguía hablando—: Pero, ¿está seguro de que la señorita Chensen no tendrá algún amorío con un jovencito, con el cual, ya sabe, podría haberse fuga...?
—Minos, amigo mío —lo interrumpió Chensen, con una tirantez en los labios que parecían a punto de rasgarse—, si no quiere que nuestra relación comercial acabe ahora mismo, será mejor que piense muy bien, en cómo terminará esa oración —finalmente, se giró hacia la computadora apoyada sobre una mesita de caoba, y clavó sus ojos en los de Thompson, con una intensidad estremecedora—. Lo he reflexionado por varios días, y mis sospechan han llegado a cierta conclusión. Mi vida podría haberse llamado tranquila, incluso cuando mi territorio estaba siendo violado por otros camellos que estaban vendiendo ese maldito cristal amarillo, ¡fue después de que Tanaka mató a ese doctor Wells que empezaron a ocurrir cosas extrañas!
—Está diciendo, ¿qué alguien podría estar buscando venganza, contra usted? —Fue la tranquila pregunta, dicha por el señor di Angelo. Uno de sus dedos no dejaba de dar golpecitos contra la porcelana de su taza, un sonido que era bastante irritante, pero que nadie tenía las agallas de pedirle que se detuviera.
—¡Es la única explicación que se me ocurre! —espetó Chensen, un poco a la defensiva—. Mataron a ese hombre, sin siquiera hacer una investigación previa de sus antecedentes. ¿No han pensado en las repercusiones? Por tanto, tienen que hacerse responsables de sus actos. ¡Especialmente usted, señor Tanaka, fue su impulsividad la que podría haber puesto en peligro a mi hija!