Solo aguanta un poco más, Nico, se acerca la liberación. No decaigas, no lo hagas. No mates al cliente con una bazuca por más tentador que suene la idea. No lo hagas, Di Angelo. Es ilegal, y no del bueno.
- ¿Y... la Maverick 12 automática, ¿cual es su precio?
Había días en que adoraba trabajar en este lugar. Admiraba como los empleados de mi padre exhibían las armas, imponentes en una enorme vitrina de vidrio y como ordenaba las balas de menor a mayor en un enorme estante, adornado de pósteres y maniquís sujetando una A-16. Y no solamente eso, él local estaba lleno de todo tipo de cuchillos y armamento militar que haría babear a cualquier conocedor de las buenas armas.
Luego, estaban estos días en donde la vida probaba todo mi autocontrol para no cometer asesinato grave.
- La compraré, pero con la condición de pago en doce cuotas. - Exigió el "cliente", luciendo un rostro de lo más petulante a pesar de estar picoteando por Limosna; tuve que contener un bufido de mofa ante eso.
- Solo entregamos el arma con un pago al contado, señor. - Le contesté en cambio, pestañeando con parsimonia, y distrayendo mi atención con el suave vuelo de una pelusa en el aire. Y preguntándome, ¿Will ya habría recibido mi nota?
- ¿Y cuánto me va alcanzar la escopeta al contado? El precio...
-No importa cuántas veces le repita el precio, señor. - le respondí, con la última pizca de paciencia que me quedaba. -No va a cambiar mágicamente.
El hombre tuvo la desfachatez de mirarme indignado después de contestarle por millonésima vez, la misma jodida respuesta con un tono más impaciente. Grité internamente con sed de sangre, ¿dónde estaría Caronte cuando más se le necesitaba? Estaba claro que me daba los trabajos más irritantes a propósito. ¡Maldito el día que había accedido a atender a los clientes cuando él no estuviera!
-Quisiera hablar con alguien más, calificado. ¿Cuántos años tienes, eh? ¿Cómo sé qué no estas intentando estafarme? - Farfullo utilizando un tono de voz que rápidamente llamó la atención de los demás clientes (los que sí valían la pena). El aspecto arrogante del hombre no alcanzaba a su altura, y seriamente, me pregunté si mi propio padre me despediría por darle un puñetazo en su estirada cara. - ¡Quiero hablar con el dueño de esta empresa! Estoy seguro que podemos negociar un monto más creíble. Soy una persona trabajadora, confiable y respetable...
- Pues lleve su fachada confiable, respetable y tacaña -exploté- a otra parte o voy a...
-¡Señor Barrick! -La voz de Caronte interrumpe la mía de forma abrupta, y toma mi lugar detrás del mostrador inmediatamente, con una sonrisa fresca y amigable. ¡JA! Pero a ver cuánto le duraba con este tipo. - ¡Bienvenido! Ha pasado un largo tiempo desde su última visita. -Carraspea, y pone una mano encima de mi hombro. -Me disculpo por nuestro empleado más reciente, es nuevo aquí, pero pronto aprenderá a tratar con nuestros mejores clientes de manera más eficiente.
-¡Ah, Caronte! ¡Gracias por la bienvenida. - Sonrió el hombre al verlo, ambos estrecharon las manos afectuosamente y pronto quedé olvidado al fondo. - ¡Por fin! Quería hablar con alguien más capacitado, ¡No entiendo porque nunca comprenden lo que digo!
-Es solo que muy pocos pueden cumplir con sus estándares tan altos, señor Barrick. - Siguió hablando Caronte, usando un tono de voz cómplice con él, y un tipo de carisma que pronto lo tuvo en sus bolsillos. - Por favor sea comprensible, no todos son tan expertos como usted, ¡Avergüenzas hasta al mismo jefe con tus admirables conocimientos!
El hombre soltó una carcajada jubilosa ante los espectaculares elogios y halagos que le regalaba Caronte sin parar. Me echó una fugaz mirada arrogante, como diciéndome "¿Ves? Mi trasero peludo es más importante que el tuyo" (Qué maduro) y siguió hablando con él. Rodé los ojos exageradamente fuerte. Chupa medias con mi padre, con las chicas y hasta con los clientes. Caronte tal vez era un mejor negociante y diplomático que yo, pero eso no se lo diría para inflarle más el monumental ego que poseía.