46. Humillación

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Percy había creído, que luego de la muerte de su padrastro las cosas mejorarían en su día a día. O al menos, más fáciles.

No había contado con la falta de dinero, ni con el hambre, ni el frío por las noches de invierno que se le calaba hasta los huesos y lo hacía temblar tan fuerte, que pensaba que sus huesos se quebrarían y su sangre se convertiría en hielo. Y el hambre era insoportable, un hueco doloroso y punzante en el abdomen que le provocaba arcadas vacías, en ciertos días; pero que desaparecería cuando dormía, el único momento que sentía alivio. Sin embargo, del frío uno no podía escapar, ni él, ni su madre. Así que a veces dormían juntos, dándose calor mutuamente.

Desde niño, Percy pasó hambre, frío, dolor, inseguridad y culpa. Culpa por no poder remediar la situación. Pero a pesar de todo ello, en cierta medida, él siempre encontró la felicidad en los pequeños momentos rutinarios de su vida, y porque a su madre le encantaba verlo sonreír. Así que al menos eso, él podía ofrecerle.

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Más vale un trozo de pan seco en paz que una casa bien abastecida donde hay peleas.

Proverbios 17.

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Percy dejó caer los palitos chinos sobre su plato, con un pequeño repiqueteo que se perdió entre el rumor de sus pensamientos frenéticos

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Percy dejó caer los palitos chinos sobre su plato, con un pequeño repiqueteo que se perdió entre el rumor de sus pensamientos frenéticos. ¿Cómo es posible, se preguntó, de todos los lugares de la ciudad, justo este? Automáticamente, Percy procuró hacerse pequeño, deslizándose hacia abajo hasta que sintió la mitad de su trasero en el borde del sofá, y la otra mitad, flotando en el aire. Lo único que se veía ahora era su cabeza, cual suricata sacando un poco la cabecilla de su guarida, esperando ansiosamente a que los depredadores se fueran.

Pero ellos no se irían pronto. Lo tenía por sentado. Con pena en el corazón, Percy observó sigilosamente entre el hueco que dejaban las cabezas de Will y Nico, a aquel grupo de "populares" del colegio; adentrarse en el restaurante para tomar una mesa. Eligieron la que estaba a cinco metros de la entrada, Drew se sentó primero de forma pomposa, y a su lado, Mark, y Nancy tomaron asiento. Los tres le dieron la espalda a Percy, pero antes de que fuera a sentirse aliviado pensando que se había zafado de ser descubierto; Abby, y dos chicos que no conocía, prosiguieron a sentarse en frente de ellos, y quedaron, cara a cara, delante de él.

Percy retiró bruscamente su mirada justo cuando Abby conectaría sus ojos con los de él, y con el corazón latiéndole tan deprisa, que pensó que podría causar un terremoto en el lugar.

— ¿Pero qué diablos hace Drew Tanaka en un restaurante chino? — Dylan lanzó la pregunta sobre la mesa, a nadie en particular, mientras se inclinaba más sobre esta para intentar pasar desapercibido— ¿Que ella no era japonesa? ¡Esto es tan antipatriótico de su parte! —y miró a Nico, con un brillo pícaro en sus ojos—. Deberíamos acusarla con su padre ahora mismo, ¿tú qué piensas?

No te escondas del Sol, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora