Mi padre siempre decía, "Un día, cuando menos te lo esperes y menos busques. Hallarás a alguien tan especial, que aunque pasen horas juntos y en silencio, te darás cuenta que con nadie más podrías estar así de cómodo como estando a su lado. Ese día hijo, sabrás que es la persona indicada". Luego, pasaba una mano por mi pelo cariñosamente, mientras me sonreía con luminosidad.
No sé por qué estaba recordando esas palabras justamente ahora, estando dentro del auto de Nico, a solas y en silencio a su lado. Esperando a que el semáforo delante de nosotros diera el color verde para dejarnos pasar. Tal vez, porque me resultaba extraño, lo cómodo que se sentía estar aquí, sentado, tan solo mirando la calle poco transitada delante de mí.
Segundos después de que el rojo diera paso al amarillo, el color verde se instala en el semáforo dándonos el permiso de cruzar la calle. Nico acelera, y nos dirigimos a mi calle, la cual estaba a cuatro cuadras aún de distancia. Podría seguir quedándome callado tranquilamente, (a él mucho menos parecía molestarle seguir en silencio) pero yo no sabía cuando tendría otra oportunidad como ésta, y sentía demasiada curiosidad acerca de muchas cosas acerca de él para dejarlas pasar.
Como por qué tenía un arma debajo de su asiento llevándola a todas partes con completa serenidad, como sí estuviese llevando una pistola de agua en vez de una que disparaba plomo. Porque de algo que si no me cabía duda, es que estuviese cargada con solo balas de goma.
- Solo pregunta. - Casi doy un respingo cuando Nico me habla de improviso, con voz divertida. - Eres demasiado obvio, ¿te mueres de curiosidad por lo del arma, no?
-¿Qué pasaría sí tu padre se entera que estás llevando una pistola debajo de tu asiento a todas partes? - Dije, echándole un vistazo por el rabillo de mi ojo.
- La verdad. - Empezó diciendo, fingiendo un tono inseguro que pronto cambió a uno sarcástico. - Estaría bastante complacido, y me diría que soy un chico muy precavido.
Le fruncí levemente el ceño, exigiéndole con mi mirada a que me diera una respuesta que no estuviese chorreando de sarcasmo puro. Algo de sinceridad no iba a matarlo, Dioses. Este chico era exasperante cuando se lo proponía en serio. Se mofó de mi intento de mirada intimidante, pero aún así, funcionó para sacarle una respuesta.
- Estoy muy acostumbrado a estar cerca de armas todo el tiempo. De niño, mi padre escondía escopetas debajo de mi colchón y dormía con ellas sintiéndome seguro. - Se encoge de hombros como si no fuese para nada la gran cosa, yo estoy boquiabierto mirándolo asombrado. - He ahí tu respuesta, me dan seguridad, tanto que si salgo sin ellas es como si estuviese caminando desnudo por la calle
Bueno, un Nico desnudo caminando por la calle casualmente, parecería mucho más letal que un Nico llevando un arma. Pensé ensimismado, sintiendo un pequeño calor en mis mejillas al hacerme una imagen mental de eso. No es que quisiese toparme con algo así en medio de unas de mis tantas caminatas matutinas un día de estos. Claro que no.
- ¿Pero en que trabaja tu padre? - Pregunté intrigado, imaginándome un montón de cosas ilegales rápidamente.
- Tiene una agencia donde entrena guardias de seguridad. También es un importador y exportador de armas y municiones. - Sonrió, adivinando lo que estaba pensando muy fácilmente. - Tranquilo, no es nada ilegal. Las fuerzas armadas de la nación se encargan de darle todo el permiso que necesita para trabajar en "nombre de la ley".
- Es asombroso. - Susurro con honestidad, luego, una nueva idea se forma en mi cabeza y la digo en voz alta velozmente cuando observó que estamos por llegar a mi calle. - Entonces, ¿los guardias de seguridad de la casa de Drew eran...?
- Trabajan para mi padre. - Asintió, poniéndose serio repentinamente, como si estuviese con la cabeza en otro lado. - Es realmente una pérdida de tiempo... - Siseo, más para él que para mí. Y abruptamente, cambia de tema. - En la agencia de mi padre aprendí a disparar. Soy bastante bueno, incluso entre los más experimentados.