Se encontraba sentada sobre una de sus hamacas favoritas colocadas detrás de la casa, con sus pies se empujaba y se balanceaba de vez en cuando manteniendo los muslos bien apretados como debe hacerlo una señorita decente al usar un vestido. No podía apartar los ojos ante tal masacre lleno de crueldad ante ella. Su corazón lloraba silenciosamente por lo que le arrebataban sin piedad, ninguno de ellos había escuchado sus palabras, sus suplicas y finalmente nadie había prestado atención a sus lloriqueos y berrinches dignos de una drama Queen como su última táctica desesperada. Lo único que había logrado ganar era lucir patética y ser la burla y entretenimiento de todos.
- ¿Más té, señorita Levesque? - Le preguntó la criada que estaba parada a lado suyo, sosteniendo una tetera de porcelana cuidadosamente.
Dejó su taza suavemente sobre la mesa mientras soltaba un hondo suspiro, su estómago ya estaba lleno y cálido por el té de manzanilla que su madre le había obligado a tomar para calmar sus nervios.
- Gracias, Angelina. Puedes retirarte.- La despidió amablemente con un gesto de la mano, y ella se marchó rápidamente adentro de la casa llevándose la taza vacía en sus manos. Esperaba que también el desagradable sabor de manzanilla desapareciera pronto de su boca.
Siguió con su auto tortura, observando desoladamente como su amplio y verde césped que tanto amaba y había cuidado con fervor día y noche. Iba siendo arrancado poco a poco con las grandes palas y demás herramientas que escapaban de su conocimiento, que aquellos albañiles y constructores utilizaban para iniciar a crear el nuevo edificio para alquileres que su madre había decidido construir hace poco. Hazel sabía que ellos eran tan solo trabajadores que cumplían con los mandatos de su madre para ganar un poco de dinero y alimentar a su familia, pero aún así, no pudo evitar guardarles algo de rencor por transformar su hermoso y verde jardín en uno gris y lleno de cemento.
- Señorita Hazel, nuevamente le doy los muy buenos días. - Uno de los constructores se había acercado hasta ella, trataba de adoptar un semblante respetuoso y amable pero Hazel podía notar la diversión bailando en sus ojos, seguramente recordando el ridículo espectáculo que había hecho esta mañana tratando de detenerlos. - Me he tomado la molestia de colocar sus flores en macetas y en bolsas hechas especialmente para sus plantas y demás flores. - Se explica y su tono es algo más conciliador esta vez. - Le aseguro que no se van a secar de este modo, si mantiene un riego continuo.
- Gracias, señor. - Le responde tratando de ocultar su malhumor, después de todo había sido un bonito gesto. Aunque claro, no habría sido necesario si los hubieran dejado donde estaban desde un principio. - Me complace escuchar eso, de igual modo mi adorado jardín ya no tiene más remedio, supongo que las fotografías tendrán que ser mi único consuelo.
- Lo lamento mucho, de verdad. Nosotros solo cumplimos con nuestro trabajo, no tenemos opción. Y era lo menos que podía hacer, después de... - Adivinó que buscaba las palabras adecuadas para no sonar irrespetuoso, se fijó en un hombre a lo lejos que ordenaba a gritos que echaran su pequeña viña de uvas moradas sin remordimientos. - Después de aquel arrebato de esta mañana en donde se había mostrado tan desesperada y triste, no podría simplemente destruirlas y tirarlas, a algo que le había puesto tanto empeño, seria inhumano de mi parte.
- Entiendo. - Responde cortante, esperaba a que se fuera ya a seguir con la matanza a sus plantas. No quería seguir escuchándolo y sentir algo de compasión o simpatía por este hombre, tan testaruda como sonaba, aún quería mantener la imagen de hombre cruel en su mente para seguir quejándose y enviar su mala vibra y desahogarse hacia alguien.
- Tengo una hija que tiene la misma edad que usted. - Dice el constructor, Hazel oteo desde el rabillo de sus ojos que gotas de sudor se resbalan de su rostro en grandes cantidades, sus manos están llenas de polvo e intentaba quitarse el cemento húmedo de las manos mientras le hablaba. - También le gusta mucho las plantas, y es bastante dramática a cada momento, es como una bola que rebota y golpea a todos a su paso, llena de intensas emociones. - Hazel observa silenciosamente la mirada de aquel padre que se suaviza con gran cariño al igual que su voz al referirse a su hija, y repentinamente una chispa de dolor hace presencia dentro de su pecho. - A ella le encantaría su pelo, señorita. Siempre lo está enrulando con esa máquina, por más veces que le repita que su pelo lasio es hermoso y lo puede dañar. ¿Mujeres, eh?