51. Pídelo, y será tuyo.

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Nico observó a Caronte a punto de rellenar por completo el hoyo donde el cuerpo de Yvyan estaba siendo sepultado. No eran los únicos. Todo aquel que había entablado una mínima amistad con el muerto, estaba presente, y especialmente los que acostumbraban a guardar un buen secreto: Drew, Arata, Katie, Mark, y Abby. Personas que entendían las consecuencias de un pequeño error.

Dylan, el dueño de ese error, fue quien lo había llamado esa noche, para transmitirle la noticia con inusual calma, y pedirle que lo ayudara con el cuerpo de Yvyan antes de que su padre lo tirara a un basurero lleno de ratas. Fue inesperado, y Nico había estado a punto de negarse como una persona normal lo haría, decirle que solucionara su propia mierda solo, pero...

Había sido algo que le había dicho Dylan al otro lado del teléfono, algo en su voz, que habitualmente despreocupada, lo había traicionado quebrándose en la última sílaba que lo había hecho cambiar de opinión.

"Por favor, Nico, al menos merece un entierro digno".

Nico a regañadientes había accedido con la condición de poder llevar a su guardaespaldas consigo. A Dylan le gustaba Caronte, así que no puso ningún reparo. Y entonces allí estaban, en círculo, el silencio roto por el rítmico sonido de la tierra movida por la pala, por el ulular de animales nocturnos, y el suave llanto de Katie, ya que ella había estado enamorada de Yvyan. También Arata se veía triste. El resto, sin embargo, mantenía su inexpresividad.

Finalmente, Caronte dio unos últimos golpes sobre la tierra abultada con la pala, y después, con algo de sudor brillando sobre las sienes de su rostro y frente, levantó la mirada para mirarlos a todos con una expresión neutral, como si enterrar cadáveres fuera parte de su día a día.

—¿Qué mentira le darán a la pobre madre de esto?

Fue Dylan quien, con voz queda, contestó:

—Mi padre ya se ha encargado. En un par de días le llegará la noticia a la familia.

—Válgame Dios — exclamó Caronte bajo un murmullo— no quiero ni imaginar...

—Gracias, Caronte — Nico lo interrumpió con voz firme—. Puedes esperar en el coche.

En respuesta, la sombra de una sonrisa sarcástica y crispada de irritación apareció automáticamente en su rostro. Nico sabía que a Caronte le desagradaba recibir órdenes tan descorteses de un niño de trece años, y aunque normalmente lo hacía adrede para ofuscarlo, esta vez no había sido esa su intención. Caronte lo entendió compartiendo una sola mirada con él, así que le dio un asentimiento, y entonces se fue, llevándose la pala llena de tierra consigo.

Fue Abby la que habló después de un rato, rompiendo el silencio que los envolvía.

—Nico, deberías decir algo— sugirió, con los dientes castañeando—. Ya sabes, eres católico, di algo religioso o canta...

—No es necesario — murmuró Katie, antes de que Nico pudiera decir algo ofensivo a Abby— Yvyan era budista.

Drew rodó los ojos a su lado, Abby soltó un pequeño "Oh" de niña tonta, y volvió a guardar silencio, mientras Mark le tocaba el hombro a Katie fingiendo empatía. De forma distraída, Nico escondió sus manos dentro de los bolsillos de su fina chamarra en un inoperante intento de refugiarse del frío. Igualmente, el viento azotó su rostro y se coló a través de su ropa incrustádose sobre su piel como cuchillos.

¿Hacía realmente frío? ¿O era porque acababan de enterrar a Yvyan? Nico caviló. Las ramas de los árboles se mecían con tanto brío que habían creado una surreal lluvia de hojas a su alrededor, mientras que el pelo de las mujeres revoloteaba en el aire cual tentáculos de medusa en el agua. Nadie iba vestido para resguardarse del frío, especialmente no Drew, que solo tenía pantuflas con medias de arco iris, y un camisón de lana que no se molestaba en sujetar cuando el viento lo levantaba.

No te escondas del Sol, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora