Los hijos de alguien

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Durante toda mi vida. Me he pasado contemplando a las personas de dos distintas maneras...

Viendo sus espaldas. O viendo sus rostros.

Veía sus espaldas cuando me rechazaban, haciendo como si no existiera en lo absoluto. Ellos lo hacían con mucha facilidad... O veía sus rostros cuando iban a burlarse de mí, solo así se dignaban a mirarme. Solo cuando me lanzarían un comentario mordaz.

Esas eran las dos únicas formas... Sus espaldas, y sus rostros. Nunca una mano amigable de ellos. Jamás una sonrisa sin intención maliciosa oculta.

Pero sé qué eso... cambiará algún día. Tal vez no hoy, pero llegará el día. No podía rendirme, no podía demostrarles que me vencieron. Porque sí me rindo... Sí lo hiciera, sé qué levantarme después me costará más que la caída. Y sí logro levantarme, no estaré totalmente ileso.

Pero es mejor de pie completamente destrozado, que de rodillas absolutamente humillado.

Una hora antes del caos

- Espero que estés contento con tus cinco minutos de popularidad. - Sermoneaba Lou a Cecil sin piedad alguna.- Por posiblemente cinco horas frente al Dios del retrete para que vomites todo el alcohol de tu sistema, porque eso es lo que te ganarás al día siguiente.

- Gané dinero fácil, Lou. - Le contesta Cecil. - Deberías dejar de estresarte por todo y a todos...

Observé a Percy alejarse lejos de la cocina, (ignorando el jaleo de mis amigos a mis espaldas) perdiéndose dentro del montón de personas en las siguientes habitaciones de la casa. Luego desvíe la mirada hacia Luke Castellan, quien era arrastrado por Charlie Beckendor para acercarlo hasta la mesa de la cocina, donde un montón de chupitos recargados de tequila lo esperaban para ahogar su sangre y sus sentidos.

El rubio miró detrás de él como buscando a su amigo azabache, pero pronto su interés se concentró en los gritos de los futbolistas, animándole con ovaciones a que fuera a por el primer vaso de tequila. Sin poder evitarlo, una chispa de preocupación me atacó por Percy, cuando caí en la cuenta de que que él se encontraba solo ahora. Podría ir a hacerle compañía, sin embargo, algo me decía que probablemente era mejor de este modo, la única forma de que aprendiera a valerse por sí mismo.

- Eres un imbécil, lo único que he ganado de este lugar, es que me hayan derramado cerveza en los zapatos. - Detrás de mí, la voz de Lou Ellen subía en aumento mientras regañaba a Cecil, y éste tampoco se quedaba atrás con sus gritos. - Debí haberle hecho caso a mi conciencia y quedarme en casa, en vez de acompañarte a ver como te alcoholizas.

- Pues tienes razón. - Devolvió Cecil indignado. - Debería haberte insistido para que te quedaras porque eres una jodida vieja atrapada en el cuerpo de una chica fea.

Masajeé el puente de mí nariz, mientras soltaba un bufido reprobatorio, mi tolerancia era en grandes medidas, pero este comportamiento había empezado desde que nos subimos al cacharro, hasta llegar a este mísero segundo. Venir hasta aquí había sido un error, eso estaba más que claro, lo único que habíamos hecho era recorrer todos los rincones atestados de chicos con axilas apestosas y esquivar el humo de lo que sea que se fumaban, para evitarnos una volada innecesaria hasta la luna.

No te escondas del Sol, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora