Nico confirmó que no era bueno escuchando a viejos magnates.
También confirmó, aquel día en el cumpleaños número trece de la adorada hija del empresario Tanaka, que estos hombres influyentes eran muy graciosos siendo, cínicos. Típico. Al burlarse de la naturaleza superficial de las conversaciones femeninas. Cuando ellos parloteaban peor que su tía Demir luego de tomarse cuatro copas de vino. Que la economía, que los impuestos, que la política; que los socios que no dejan de arruinar la compañía. Para los oídos de Nico, era un:
Blah, blah, blah, blah.
Por eso él decidió huir cuando tuvo la oportunidad. A pesar de que su padre le dijo: "Es importante oír las conversaciones de adultos, porque forman el carácter de un hombre". Ni siquiera le costó escapar, Caronte simplemente le advirtió que no se alejara demasiado, cuando se negó a que él o Albert lo escoltaran. Por favor, estaba en el cumpleaños de una fresa, él no necesitaba niñera.
El sol empezaba a desaparecer en el horizonte, tiñendo todo de naranja, cuando Nico salió de la Quinta para caminar al borde de un extenso y oscuro lago; donde pequeños botes y motos acuáticas flotaban con quietud sobre sus tranquilas aguas. Al principio, Nico no tenía un rumbo fijo al cual ir, pero a medida que se alejaba, observó que a la distancia había una pequeña pero moderna cabaña, de la cual, vagamente se oía música salir de su interior, y sombras de personas se distinguían a través de las ventanas.
Nico llegó hasta la casa de madera luego de unos minutos, y pronto comprendió cuando ingresó, porqué no había encontrado a chicos de su edad junto con los adultos en la casa principal. Todos ellos habían tenido su misma idea, y huyeron hasta aquí para crear su propia fiesta: Con mucha bebida, cigarrillos, y poca inhibición. La cumpleañera de rasgos asiáticos también estaba aquí, y bailaba de forma muy sexual contra la entrepierna de un chico norteamericano, para alguien que acababa de cumplir trece años.
Nadie se fijó en él al comienzo, y Nico aprovechó para estudiar su entorno. Había alrededor de doce adolescentes desperdigados por todo el lugar, y mucho humo por todas partes que el aire acondicionado no podía echar. Un par de parejas bailando del mismo modo que Drew, otro grupo de ebrios jugando a apostar cerca de la cocina; y justo en el medio de la habitación, más chicos sentados sobre dos grandes y largos sofás, con una mesa rectangular del mismo tamaño en medio de ellos.
Nico no pensaba quedarse fisgoneando mucho rato ese lugar, estaba considerando ir apostar en la cocina, ganar algo de dinero por diversión; cuando de pronto, distinguió una cara conocida entre ellos que lo sorprendió. Sentada en el sofá, aún sin verlo, estaba Katie, su prima amargada, aspirando de una pipa de vidrio, y a su lado tenía a un chico rubio, esperando ansiosamente su turno para tener la pipa entre sus manos. Nico agachó la mirada y encontró que sobre la superficie de la mesa, había extrañas bolsas con polvo verde y papeles de colores.
Curioso, Nico miró los demás rostros detenidamente. Al segundo que identificó fue al primo de Drew, un chico asiático de un año menor que Nico, que si no se equivocaba, se llamaba Arata, y a quien Drew solía molestar tratándolo como su sirvienta. Arata estaba desparramado sobre el sofá con los ojos cerrados, tenía un cigarrillo sobre sus gruesos y rosados labios, y sus piernas estaban estiradas sobre la superficie de la mesa.
—Hola, Nico. ¿Perdiste a tu papi? —Dylan lo saludó, justo cuando sus ojos cayeron sobre los de él.
La música no estaba tan fuerte como parecía, o Dylan tenía poderes telepáticos, pero todos en la mesa lo oyeron al segundo que él anunció su presencia. El menor de los Thompson estaba completamente acostado sobre el sofá de la izquierda, y encima de su pecho, tenía a una chica de pelo rubio rojizo abrazándolo cariñosamente; Dylan también tenía un cigarrillo, el cual quitó de sus labios para dárselo a su amiga, quien lo recibió gustosa; luego se movió un poco, y colocó su barbilla sobre su mano para mirar mejor a Nico.