Acelera, corre que te alcanza.

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— Entiérrame junto a ella, por favor.

Aunque lo hubiera querido no habría podido moverse, sus piernas ya no le sirven, sus brazos cuelgan inútiles, y sus ojos solamente miran en aquella dirección, donde un rifle la apunta, como si fuese el dedo de la muerte señalando y diciéndole "Es tu turno". Pero Hazel se siente serena, se siente profundamente aliviada, porque sabe que de este modo, finalmente el dolor acabaría, solo en cuestión de segundos...

—¡MUÉVETE! — es brusco e injusto, Nico apareció detrás de ella a una velocidad impresionante, para cogerla de sus brazos y levantarla del suelo contra su voluntad como a una muñeca de trapo. Pero aún así, él no fue lo suficientemente rápido para prevenirlo.

Hazel oyó el disparo amortiguado a causa del silenciador que lanzó el rifle, (ahora que ya no había música sonando) pero jamás pudo haberlo visto con ojos humanos. Fue muy lento, y muy rápido a la vez, la bala le rozó el interior brazo y fue a parar en el suelo donde rebotó hacia arriba, ella soltó un quejido agónico automáticamente, cuando sintió el dolor ardiente recorrerle por todo el brazo.

Nico maldijo por lo bajo, y no la soltó en ningún momento. Pero ella quería apartarse, quería volver con su madre, ir junto a ella donde sea que estuviese: ¡No! ¡No! ¡Tan cerca...! ¡Su hermano le había arrebatado la muerte enfrente de sus narices!

—¡Maldita sea! — Nico siseó furioso, cuando vio la sangre fluir como lágrimas carmesí de sus brazos morenos, — Está bien, no es grave — trató de tranquilizarle, pero ella apenas y le oía por el persistente pitido en sus oídos. — estarás bien, Haz.

No, no, no. Hazel no podía con su propio estupefacto, y jadeó con fuerza, cuando sus ojos volvieron a contemplar donde su madre yacía en el suelo... en donde ella a punto estuvo de descansar a su lado también, pero que ahora se había arruinado drásticamente, por la innecesaria intromisión de su estúpido medio hermano. ¿Cómo se atrevió?

—¿Hazel donde...?

—¡NOOOO! — Vociferó iracunda, no queriendo oírle ni una sola palabra más, lo odiaba justo ahora, como nunca antes odió a alguien. Plantó ambas manos contra el pecho de su hermano y lo empujó con todas sus fuerzas sin importarle el dolor de su brazo; quería patearlo, quería golpearlo, y le asestó varios puños antes de que Nico la sujetará cuidadosamente de los brazos confuso. —¡NOO! ¿POR QUÉ ME SALVASTE? ¡¿POR QUÉ EVITASTEE QUE ME MATARÁ?!

¿Quién se creía él? ¿Cómo se atreve? A decidir sobre su vida. ¿Acaso estaba ciego? Se preguntó Hazel rompiendo en sollozos en sus brazos, mientras todo a su alrededor parecía difuminarse en gris y negro repentinamente, y no había nada más que figuras borrosas huyendo despavoridos ahora. ¿Cómo es que su hermano no ha visto que ya está muerta? Ella ya no tiene esperanza, está condenada a deambular eternamente en soledad, y es por su culpa. Por su culpa.

¿Tan cruel podía ser? ¿Qué más podría querer, él, de una cáscara vacía, de un fantasma en pena. Tenía que haberla dejado morir.

—¡Te odio! — siseó Hazel, el rencor y el dolor pintando sus palabras, queriéndolo lastimar, al menos una pizca como lo habían hecho con ella. Nico le frunció el ceño brevemente con reproche, pero después, se concentró en arrastrarla manteniéndola en todo momento detrás de su cuerpo para protegerla. Hazel no podía ver si el francotirador seguía allí.

En tanto, Caronte liquidaba de una sola bala al baterista que justo había empezado a sacar de dentro de su tambor una aka 47, con la intención de disparar a los invitados a quemarropa, su cuerpo cayó inerte sobre los platillos, y Elvis Presley gritó aterrorizado al verlo, completamente fuera del papel a estas alturas de la noche.

No te escondas del Sol, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora