Hubo una vez, dos amantes que siempre se mantenían en compañía del otro. Un día se habían conocido y desde ese entonces, no habían podido pasar un solo día separados del otro. Ellos estaban absolutamente enamorados y mutuamente eran los seres más perfectos de todo el firmamento del universo, y la envidia de muchos otros que trataban de separarlos constantemente.
Uno era Luz, el otro era oscuridad. Eran dos entes hermosos, que alcanzaban la perfección y solo se complementaban el uno con el otro... Un día, la luz le hizo una extraña pregunta a la oscuridad, como siempre lo hacía cuando sentía demasiada curiosidad. Pues la noche siempre era una fuente de respuestas certeras y confiables.
- ¿Sobre que quieres saber? - Le preguntó oscuridad, esperándolo expectante. - Sabes que puedes preguntarme lo que sea.
Luz se mostró indeciso unos segundos, y con cada parpadeo que daba, una ola de calor llenaba de paz el interior de oscuridad. Estaba totalmente embelesado por él, y este hecho lo llenaba de placer antes que de pavor, como le había sucedido con amores erróneos eones anteriores
- Sobre la muerte. - Le respondió ocultando lo más que podía su ansiedad. - Sobre los otros impuros.
- ¿Por qué ha de preocuparte la muerte? - Inquirió la oscuridad sumamente perturbado. - Ella no puede alcanzarte siquiera, tú que eres luz, jamás podría osar mirarte de frente.
- Claro que puede. Lo sabes muy bien y no trates de engañarte y de paso a mi también. Pero ese es otro tema, solo contesta mi pregunta por favor. - Le suplicó Luz, sus ojos brillando como cometas por la impaciencia. - ¿Por qué hay personas que dicen ver un túnel oscuro? Y otras dicen ver un túnel con una luz al final después de la muerte. ¿Cuál es la diferencia entre ellos? Los impuros, todos me parecen idénticos, mezclas de luz y oscuridad nuestra. ¿Entonces por qué tendrían distintos destinos?
La oscuridad pestañeo sorprendido, aunque no lo estuviera tanto tampoco. Luz siempre hacía está clase de preguntas, sacadas de quién sabe dónde, esperando a que Oscuridad terminará con sus incertidumbres y dudas. Pues él era el confidente más fiel de los secretos para todos los seres del mundo, a él le llegaban los secretos hasta los más perturbadores para que los escondiera en su manto de oscuridad, para que nadie los descubra. Oscuridad era sabio mediante aquello, pero a veces le gustaría ser tan ingenuo como Luz, que nada le parecía malicioso ni cauteloso. Simplemente inocente y dichoso.
- Supongo... - Empezó la oscuridad mirando el vacío oscuro detrás de él. - Que aquellos consumidos por la oscuridad van donde pertenecen, y los que son fieles a ti, luz, permanecen contigo.
Luz quedó meditabundo después de eso, sus hebras doradas flotando alrededor suyo como si fueran aquellos rayos del sol que se escapan de su esfera. Se veía tan consternado, que Oscuridad sintió su corazón retorcerse y se acercó para preguntarle a su vez, cuál era su desdicha.
- ¿Qué pasará cuando nosotros estemos muertos? - Le preguntó Luz, agarrando sus manos entre las suyas que chispeaban y casi consumía las suyas. - ¿Dónde irás tú amor mío? ¿Dónde acabaré yo? Yo te pertenezco a ti, pero la realidad me ha abofeteado en la cara, me siento tan afligido desde hace días y ya no he podido ocultarlo más de ti.
Oscuridad relajó el ceño fruncido que había aparecido en su frente, sonrió cálidamente a su amante, (gesto que había aprendido y copiado de él) y acarició suavemente un lado de su mejilla mientras le respondía con dulzura.
- Estemos donde nos encontremos en el futuro, no has de preocuparte por mí. - Suspiró y dijo las siguientes palabras ocultando su indecisión como tan bien sabía hacerlo. - Puede que algún día logres convertirme en luz también, e iré a tu lado a donde sea que vayas.