Nico está de mal humor.
Will está siendo recriminado por su padre en la sala, y lo acepta varonilmente con un sonrojo de bochorno sobre sus mejillas llena de pecas y un minúsculo puchero en sus labios. Solo de vez en cuando se defendía, la mayor parte del tiempo se mantenía callado, mientras su hermana menor también colaboraba con su padre para el regaño, diciendo cosas como:
— ¡... entonces, vi a Cecil manoseando el pipi de Will, sin un gramo de decencia!
— ¡¿Quééé?! ¡Mentirooosaaaa! —Replica Will, pero su padre lo manda a callar al instante y Will se frota la cara, tirando sus párpados hacia abajo mientras lloriquea.
Pero incluso con esa imagen tan adorable del rubio, Nico no logra subirse el ánimo.
Sentado sobre una silla con la palma de su mano sujetando su mejilla, su irritación sólo aumenta con los minutos, mientras observa al stronzo preparando palomitas de maíz y pavoneándose alrededor de la cocina de Will como si fuera la de él; tanta familiaridad significaba, que el chico probablemente había pasado la mitad de su vida en su propia casa y la otra en la casa de los Solace. Con seguridad, se le consideraba como un miembro más de la familia, y aquel status, claro que el stronzo alardearía de ello; con pequeños gestos, que se sentían como una bofetada para Nico.
El idiota sabía dónde estaba el maíz; sabía dónde estaban los platos, las cucharas, las ollas; y los sacaba de la alacena como si estuviera en su maldita casa. ¿Quién se cree? Es una pregunta retórica, sabe bien de quién se trata. Pero la ira y la indignación no iban a dejarlo pensar con la cabeza fría un buen rato. No cuando tiene impreso a fuego detrás de sus párpados, la imagen de Will sonrojado debajo del Stronzo.
Sonrojado debajo del Stronzo.
Debajo del stronzo.
"AHH" — mentalmente grita y se contiene increíblemente rápido antes de golpearse la cara contra la mesa. ¡Debió traer consigo su pistola! Quiere meterle plomo al imbécil, desde sus orejas hasta sus pies. ¡No importa que Will este presente! ¿Cómo se llamaba la loca de su amiga? Lou, esa. Ella podría tomar su lugar. ¿Cuántos amigos uno necesita en la vida? Nico ni siquiera tenía amigos, y estaba perfectamente bien solo.
"Eso es porque nadie te agrada lo suficiente para estar más de veinte minutos con alguien, y menos para formar una amistad"— le dijo una vocecita quisquillosa en su interior. Se defendió así mismo diciendo, que no era su culpa que los chicos de su edad, (a excepción de Percy) fueran unos imbéciles que lo sacaban de quicio.
En eso, un movimiento por el rabillo de su ojo llamó su atención, y alzó la mirada justo a tiempo para ver al stronzo agacharse y sacar colorante de una alacena que estaba cerca del horno (sabor frutilla alcanzó a leer el azabache). Cecil se dio la vuelta hacia Nico, y con una enorme sonrisa de blancos dientes le preguntó:
—¿Te gusta las palomitas azucaradas, Di Angelo?
—No— espetó cortante.
—Qué pena — respondió él, frunciendo los labios como si la cara de Nico le diera risa, acto seguido; sacó otra olla, y en su interior vertió aceite y azúcar que empezó a hervir con el fuego, luego de un rato, Cecil agitó la botellita del colorante y también lo vertió en su interior. — A mí y a Will nos gusta. — agregó de espaldas.
"¿Tanto como meterse dedos entre ustedes?"— el pensamiento salta al instante, y gracias al cielo era un hombre capaz de controlarse, o pronto habría una batalla campal en el cual, muy probablemente no obtendría el apoyo de cierto rubio. Decidió que lo más seguro era mantenerse callado, no obstante, Cecil no iba a dejarlo en paz, porque pronto preguntó de vuelta: