El chico de los chismes dispara.

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— ¿Cuándo?

— Cuándo estés listo.

— Ya estoy listo. — Refutó molesto el azabache a su padre, dejando a un lado el juego de ajedrez con fastidio. Su padre suspiró de forma cansina, y no se molestó ni en mirar a su hijo. Ésto ya era casi de todos los días. — Déjame hacer algo más que ser una sombra constante en todas las misiones que me envías. ¿Tan poca confianza me tienes? ¿Piensas que lo único que puedo hacer es sentarme y mirar todo el tiempo?

— Ya hemos hablado de ésto demasiadas veces, Nico. — Hades le respondió con paciencia, moviendo su reina en la tabla de ajedrez al mismo tiempo; y robándose la última torre que le quedaba a su hijo. — Sigue disfrutando de tu vida normal mientras puedas... Porque una vez que entres, ya no habrá salida. Créeme me lo agradecerás cuando lo entiendas, — añadió en tono serio. —  y cuando ya estés demasiado hundido como para querer salir.

Tonterías. Pensó Nico enojado y algo dolido por dentro. Su padre no lo veía capaz de hacer ciertos trabajos de más importancia. De meterse en la boca del lobo, donde realmente él podría mostrar su valía. Donde sabría en verdad si servía para algo o no, ¿pero cómo hacerlo? Si su propio padre no reconocía sus capacidades y lo mantenía oculto entre las sombras protegido en la oscuridad. Estaba harto de ser sólo un aburrido vigilante, que mantiene el culo sentado sin interferir.

Cuando se hubo mantenido demasiado tiempo callado y solo jugando malhumorado. Su padre volvió a hablarle, ésta vez, usando un tono más conciliador.

— Sigue informándome de los "chismes" más importantes. Sigue yendo al antro donde te indique. Escucha, conversa, observa... — sonrió, pero pareció más una mueca que a una sonrisa. — Hay mucho movimiento en ese lugar. Siempre lo hubo, pero últimamente, hay demasiadas personas rondando furiosas alrededor... Por alguna razón.

— Créeme, padre. — Se levantó de su asiento con desgano, luego de haber perdido la segunda partida con él. — Ya he ido allí por casi dos semanas, y ese lugar está limpio. Oh bueno, lo normal. Solamente estoy... — dudó un segundo, iba a decir "perder el tiempo" pero en realidad (recordando a un cierto rubio) no lo había hecho. — observando borrachos y a idiotas todos los días.

— O tal vez no estés prestando suficiente atención. — Dijo despreocupadamente con un tinte de burla, que a punto estuvo de contrarrestar Nico. — Tal vez otra "cosa" esté desviando tu atención en ese lugar. — Continuó, ahora más serio. —  Cambia de perspectiva ¿de acuerdo? Si aún así no ves nada, descartaremos esa discoteca.

>> Y cumpliré tu deseo, te daré otra misión aun más importante. Un poco más riesgosa; y entonces, finalmente veremos si sabes enfrentarlo con la misma fiereza con la que me exiges las cosas. Hasta entonces, buena suerte.

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En el capítulo anterior...

Me encanta. Grité en mis pensamientos, mientras una sonrisa se extiende por mis labios sin dejar de besarlo un segundo. Me encanta. Me encanta. Me siento vivo, me siento feliz, me siento dichoso. Oh, estúpido Nico di Angelo, y su seductora personalidad. Estaba engatusado, perdido, en sus redes, ¿y lo peor? Yo colgaba de ellos contento, y si me pedía que saltara por él... Bueno, digamos que saltar al abismo por Nico, no suena tan aterrador desde ese punto de vista.

Me sentía... feliz.

— Mierda... — Siseo Nico entre mis labios, cuando pasé mi lengua por encima de su labio inferior con todo el descaro del mundo. Me miró excitado, respirando agitadamente, casi como yo, y luego volvió a besarme. Con fervor, con demanda, como si mis labios fuesen un oasis en medio del inframundo... — Maldita sea. — Gruñó, y tan solo eso casi me hizo terminar. — Esto se siente, demasiado... jodidamente bien... Will... Yo, yo nunca había...

No te escondas del Sol, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora