[Capítulo 59]

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Cuando logré abrir los ojos, me encontré solo en mi habitación a la luz de un par de velas. Tardé unos segundos en recordar qué había pasado, pero nada más ver el libro sobre la mesilla no pude evitar fruncir el ceño, evitando así derramar más lágrimas. Thomas acabó cumpliendo mi petición, dejándome descansar mientras él se mantuvo a mi lado sin hacer nada, simplemente proporcionándome cierto calor con su cuerpo al volver a rodearme con sus brazos. Me dormí en breve debido al cansancio acumulado que tenía y, al parecer, él se fue hace bastante rato. Seguramente habrían pasado casi 3 horas desde que llegó. Me levanté de la cama relativamente recuperado y salí del cuarto para dirigirme hacia la cocina. Tenía que ser la hora de almorzar, ya que mi cuerpo pedía a gritos algo de comida. No había comido mucho esa mañana al no tener apetito y ahora estaba pagando el pato. Por suerte, cuando llegué a mi destino, la comida ya estaba hecha y sin nadie a su alrededor que pudiera molestarme. Me eché en un plato todo lo que iba a comer y me lo llevé a mi habitación para estar más tranquilo y sin posibles interrupciones. Y, a pesar de ello, Hamlet seguía rondando por mi cabeza impidiéndome tener un momento de paz.

En un abrir y cerrar de ojos, los meses e incluso años fueron pasando como si nada y mis manos se mancharon aún más de sangre inocente y de no tan inocente. Me limité a seguir las órdenes de Isaac, como hacía siempre, y comencé a asesinar a clientes con los que antes me acostaba. Desconocía los motivos por los que tenían que morir pero tampoco me importaba saberlos. Lo único que me interesaba en esos momentos era mi propia supervivencia. Mientras no me apuntaran a mí con una pistola, y pudiera seguir viendo a Andrés, todo iría bien. Podría seguir manteniéndome cuerdo en aquella casa del pecado. Pero, como me ocurría siempre, nada salía como yo deseaba.

- ¿Te encuentras bien?

Su voz llamó mi atención y volví mi vista hacia él para dedicarle una leve sonrisa, intentando borrar la expresión molesta que había aparecido en mi rostro y que Andrés había podido observar. Una de las cartas que me había entregado pertenecía a uno de los futuros clientes a los que tendría que asesinar, y odiaba verlas ya que se trataban, seguramente, de intentos en vano por conservar sus vidas. Pero a Isaac eso no le importaba, solo tenía ojos para el dinero y si no le daban lo que le correspondía, cobraba con sangre.

- Sí, no es nada. ¿Qué tal la semana?
- Tranquila, aburrida... Nada que destacar. Y espero que siga así, no me gustan las sorpresas.
- ¿Ni por tu cumpleaños?

Mi sonrisa aumentó sin poder evitarlo al ver que sus ojos se abrían un poco más debido a mis palabras, y empecé a reírme cuando comenzó a zarandearme agarrándome por los hombros.

- ¿Acaso me has comprado algo? ¡Te he dicho mil veces que no te gastes el poco dinero que consigues en cosas innecesarias! ¿Es que no me escuchas, pedazo de idiota?
- ¡Encima de que pienso en ti vas y te quejas!

Quería dejar de reír pero sus pucheros no ayudaban en absoluto, y terminé por recibir un pequeño golpe en el hombro por su parte que al fin detuvo mi descontrol. Sin embargo, sus palabras no coincidían con sus sentimientos, ya que pude percibir una leve sonrisa en su rostro, la cual me mostraba lo feliz que le hacía recibir un detalle mío y eso me hacía aún más feliz a mí.

- No me quejo pero... Ya sabes lo que quiero decir.
- Es solo un detalle que quería tener contigo, no le des más vueltas. Además, tú también me regalaste algo así que no me puedo quedar atrás.
- Y-ya pero tú...

Dejó aquella frase en el aire mientras bajaba la mirada, incapaz de formularla al completo al no gustarle hablar del tema, pero sabía que no le hacía falta ya que entendía lo que quería decir. Lo cogí suavemente de una de sus mejillas y le mostré otra de mis pequeñas y sinceras sonrisas.

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