[Capítulo 30]

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La fiesta se mantuvo hasta que salió el sol, pero tanto Arthur como Alfred decidieron marcharse mucho antes al no encontrarse precisamente en su ambiente. Se despidieron de todos como pudieron debido al bullicio y el alcohol, que ya había hecho efecto en alguno de ellos, y se fueron sobre las 3:00 de la mañana.

- Hacía mucho tiempo que no salía de fiesta, no estoy acostumbrado a estar tanto tiempo en lugares así.
- Yo tampoco... La música ya empezaba a molestarme.

En realidad el demonio nunca había estado en una fiesta en sí, nunca tuvo ocasión, pero debía seguirle el rollo a su compañero. El inglés también mostró cierta molestia por la música y Arthur al fin se enteró de qué clase se trataba: música techno. Ya tenía algo que odiar de la nueva era.

- Además... Me sentía algo incómodo con todas esas personas, y creo que ellos estaban igual. Quería irme desde hace un rato.

El demonio lo miró algo confuso al escucharle pero Alfred tenía sus ojos fijados en el suelo, como si contar las losetas del suelo fuera más importante.

- ¿Por qué? Habérmelo dicho.

El inglés se mantuvo en silencio unos segundos antes de poder alzar los ojos para mirarle con una leve sonrisa algo forzada.

- No sé... Soy el jefe, conmigo no suelen tener conversaciones más allá del "buenos días" o "aquí tiene los documentos que pediste".

Dejó salir un suspiro pesado y apartó la mirada al cielo mientras se metía las manos en los bolsillos de su pantalón. Aquella pequeña sonrisa desapareció de inmediato. No pudo aguantarla mucho más.

- A ti te veía más a gusto, charlando con los demás y eso. No quería obligarte a irte de allí por mí.
- ¿Yo a gusto? No llevo ni una semana aquí, no conozco a nadie a parte de a ti. Me hubiera gustado mucho más irme contigo a cualquier otro lugar.

Arthur le devolvió la sonrisa aunque no estuviera mirándolo, esperando que el rostro de Alfred tomara ese color característico de la vergüenza, pero aquello no pasó. En su lugar, el inglés volvió a bajar la mirada al suelo como si estuviera decepcionado de escuchar su respuesta.

- Deberías relacionarte con más gente de la comisaría, no solo conmigo.

Al escuchar aquello, el demonio apartó la mirada sin decir nada y se puso a pensar en ello por un instante. ¿Acaso quería alejarlo de él? Eso era lo que debía hacer Arthur, pero no quería abandonar a la única persona que había sido amable con él. Aún en esas circunstancias seguía pensando egoístamente. Quería que Alfred siguiera con vida lo máximo posible pero no era capaz de dejar su lado.

- ...¿y estarías feliz si lo hiciera?

Su comentario llamó de nuevo la atención del inglés, quien lo miró con algo de sorpresa, y sus ojos se unieron al fin. Alfred se detuvo sin saber muy bien qué responderle y el demonio hizo lo mismo sin dejar de mirarle expectante. Su rostro serio y, a su vez, preocupado, hacía que al de ojos azules se le hiciera más difícil responderle algo coherente. Acabó bajando la mirada, ya sin saber cuántas veces había evitado mantener el contacto visual con su compañero, y apretó los puños sintiendo que no sería capaz de aguantar mucho más. Quería decírselo de una vez.

- ¿Cómo quieres que responda a eso? No puedo mantenerte solo para mí, es lógico que-
- Pero yo estoy bien solo contigo.

Arthur dio un par de pasos para acercarse más al inglés y cogió sus manos, sintiendo que lo que iba a hacer no estaba del todo bien. Pero no pudo evitarlo, lo poco que le quedaba de humanidad se lo pedía a gritos, y su corazón le rogaba poder latir de nuevo junto al de alguien más. Alfred, ante sus caricias suaves y cuidadosas, se atrevió a mirarle aún con los nervios recorriéndole el cuerpo pero inmediatamente después vio que fue una mala idea. Ver una amable sonrisa en el rostro del demonio no lo ayudó en absoluto a calmarse, pero el de ojos verdes lo notó y apretó levemente sus manos para indicarle que todo estaba bien.

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