[Capítulo 26]

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Los dos policías hicieron el trayecto de vuelta en silencio, sin hablar de lo que acababa de suceder hace 10 minutos ni de la chica inconsciente que tenían en los asientos de atrás. Alfred prefería esperar a llegar a la comisaría para que Arthur le contara todo, como le había prometido, y el demonio agradeció ese silencio ya que tenía que pensar en algo rápido. ¿Cómo le explicaba lo ocurrido sin tener que decirle que era un demonio? No encontraba ninguna solución a su problema, y cada vez veía más cerca su final. ¿Hasta ahí había llegado su vida como "humano"?

- Arthur, ya hemos llegado.

La voz del de ojos azules lo sacó de sus pensamientos y lo miró confuso. Alfred ya se encontraba fuera del coche y cargando en su hombro a la chica, a quien le habían puesto la chaqueta del inglés para que fuera algo más vestida.

- Y-ya voy, perdona.

Se apresuró en salir y acompañó a Alfred hasta los calabozos, donde dejaron a Victoria encadenada a la cama de una de las celdas, por llamar de algún modo a aquel trozo de metal incómodo. Allí la dejaron descansar hasta que despertara para poder interrogarla. Una vez que salieron de allí ambos se fueron directamente hacia el despacho del menor y, en cuanto el inglés cerró la puerta, no tardó en pedirle explicaciones al otro.

- Empieza a hablar. Algo fuera de lo normal ha tenido que pasar porque estás muy raro.
- Mierda...

Murmuró para sí mismo pero, al estar en una habitación algo pequeña, el inglés pudo escucharlo perfectamente. Intentaba hacer contacto visual con él en todo momento pero Arthur se rehusaba a encontrarse con sus ojos azules inquisitivos. Tendría que contarle la verdad, aún sabiendo que aquello le haría perder todo lo que había conseguido. Perdería la vida que tanto había ansiado tener en el pasado.

- Esa chica... Tiene poderes, por eso no pudiste hacer nada y te fuiste con ella a la habitación. Parece que usa algún tipo de control mental con su voz.
- Eso ya lo suponía.

Alfred decidió irse a su silla para sentarse y continuar la conversación algo más cómodos, cosa que también hizo el demonio aún en tensión. Prefirió no decir nada más por el momento y dejarle hablar a su compañero.

- Cuando me encontré con ella y me dijo que la acompañara, en el fondo no quería hacerlo, pero algo me obligaba a obedecerla. No podía controlar mi cuerpo.
- Parece que tiene los poderes de una sirena... Pero es mucho peor.
- Sí...

Arthur al fin se armó de valor y dirigió su mirada al inglés para darse cuenta de que él no había dejado de mirarle con el rostro serio, queriendo que le contara el resto de la historia. Sabía que había algo más e iba a averiguarlo.

- ¿Vas a contarme cómo la redujiste? Si puede controlar a la gente con solo hablarles, ¿cómo es que a ti no te afectó?

El demonio apretó los puños preparándose mentalmente de lo que tendría que decirle pero, en vez de contarle la verdad, decidió probar una última cosa que no se le había ocurrido de lo absurda que era la idea.

- P-pues... ¿Supongo que porque soy gay?...

Ambos estuvieron mirándose unos segundos que para Arthur se hicieron eternos. No dejaba de pensar en la gilipollez que había soltado, pero lo que no se esperaba es que fuera a funcionar. Al menos Alfred se puso a pensar en ello y no rechazó aquella hipótesis de inmediato.

- ¿Por ser gay? ¿Y qué tiene que ver?
- Tal vez necesita que la otra persona se sienta atraída por ella de alguna forma para poder controlarla, no lo sé...
- Hm...

El inglés volvió a fruncir un poco el ceño al seguir confuso por todo lo sucedido. Sin embargo, y por suerte para el demonio, acabó aceptando la mentira de su compañero y se echó hacia atrás dejándose caer sobre el respaldo de la silla. Al menos, dentro de las dudas que aún tenía, se le notaba algo más tranquilo.

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