[Capítulo 41]

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El teléfono de Alfred sonó a las seis y media de la mañana, haciendo que este se removiera un poco sobre la cama molesto por la alarma. Cuando abrió los ojos vio dónde se encontraba y con quién, y no pudo evitar sonreír levemente. A su lado dormía pacíficamente el demonio, acurrucado sin percatarse del sonido molesto que resonaba por la habitación. El inglés se giró hacia la mesilla que tenía en su lado de la cama para coger el móvil y apagar la alarma. No quería que Arthur se despertara por el teléfono. Se volvió a girar hacia el de ojos verdes una vez que dejó el teléfono en su sitio y depositó un suave beso sobre su frente mientras acariciaba su mejilla. Ante aquel tacto el demonio frunció levemente el ceño y acabó abriendo los ojos, viendo el rostro de Alfred frente a él sobre la almohada. Al verlo sonrió y elevó lentamente uno de sus brazos para posar con cuidado la mano sobre su mejilla, como si tuviera miedo de que aquello fuera un sueño. Pero comprobó que era real.

- Buenos días...
- Buenos días...~ ¿Qué tal has dormido?
- Eso debería preguntártelo yo, ¿no crees?

El inglés amplió su sonrisa y cogió la mano de Arthur para darle un corto beso antes de acercarse a él para darle otro en condiciones. El demonio se lo siguió de inmediato y entrelazó una de sus piernas con las de Alfred, queriendo sentirlo más cerca. Sin embargo, el móvil del de ojos azules volvió a sonar, devolviendo a ambos a la realidad. Se separaron sin ganas de parar y Alfred le dedicó una breve sonrisa antes de girarse de nuevo hacia la mesilla.

- Lo siento, me pongo varias alarmas para no dormirme... Deberíamos ir levantándonos.
- Por desgracia...

Arthur dejó salir un pequeño suspiro y se levantó de la cama a la vez que su compañero, quien se fue primero al baño aprovechando que el demonio aún estaba algo dormido. De todos modos, él no necesitaba ir al baño, no tenía prisa. Se restregó un poco los ojos y desvió la mirada a la cama intentando recordar cuándo fue la última vez que durmió tan bien. No pudo evitar dejar escapar una sonrisa y se fue hacia la cocina para ir haciendo el desayuno con lo que fue encontrando por los armarios y la nevera. Pocos segundos después Alfred se reunió con él allí y lo abrazó por la espalda mientras apoyaba la cabeza en su hombro.

- ¿Qué estás haciendo?
- Tostadas. ¿Quieres otra cosa?
- Hm...

Arthur lo miró de reojo y pudo ver el rostro pensativo del inglés, el cual tenía un aspecto muy infantil y divertido. Tuvo que apartar la vista para poder aguantarse la risa y, por suerte, Alfred no se dio cuenta de nada.

- Las tostadas están bien~ ¿Hay mantequilla y mermelada?
- C-creo que sí. Mira en la nevera.

El demonio logró recomponerse segundos después cuando el de ojos azules se apartó de él y volvió con su cometido inicial: intentar hacer unas tostadas. No sabía cómo funcionaba aquel aparato, la tostadora, por lo que le dio a la manivela hasta donde podía llegar y dejó que el pan se tostara. Mientras tanto, Alfred fue sacando los ingredientes y la leche para hacerse un café. Arthur decidió hacerse otro también ya que no tenía ganas de buscar otra cosa si, de todos modos, no podría saborear nada. Cuando el inglés desvió la mirada a las tostadas, se apresuró en darles la vuelta antes de que se quemaran demasiado.

- Anda que vas a estar pendiente del pan.
- Lo siento, aún ando algo dormido...

El demonio le dedicó una pequeña sonrisa poniendo como excusa el sueño, cuando en realidad era que no sabía ni cómo había encendido aquella cosa. Alfred dejó salir un breve suspiro y, a los pocos segundos, quitó las tostadas del tostador para comenzar a ponerles mantequilla. Aunque, cuando ya estaba terminando la primera, se dio cuenta de algo.

- Bueno, ¿tú quieres mantequilla? Que no te he preguntado...
- Si quisiera otra cosa ya lo habría dicho ¿no crees~?

Arthur lo miró de reojo mientras echaba el café en los dos vasos ya llenos a la mitad con leche, haciendo que el inglés se sonrojara levemente al percatarse de la pregunta tan tonta que había hecho. Volvió a centrar su atención en las tostadas y carraspeó la garganta.

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