[Capítulo 39]

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Ambos llegaron a la casa del inglés después de un paseo lento hacia allí ya que no tenían ganas de separarse. Cuando estuvieron frente a la puerta, Alfred se giró hacia su compañero algo indeciso pero, antes de que pudiera pensar nada, Arthur ya lo estaba besando para callar cualquier excusa que tuviera. El inglés no rechazó el beso ni mucho menos, pero al cabo de unos segundos se obligó a apartarse de él. Le dedicó una breve mirada nerviosa y volvió a darse la vuelta para ir abriendo la puerta.

- G-gracias por acompañarme, la próxima vez seré yo el que te lleve a casa, que lo sepas.
- E-está bien, cuando quieras.

El demonio se inquietó de nuevo al mencionar ese tema, y decidió en ese mismo instante que iba a buscar una casa de una vez por todas. De esa noche no pasaría. Le sonrió levemente, gesto que correspondió Alfred de inmediato cuando lo miró de reojo, y acto seguido entró en su casa dejando solo en la calle al de ojos verdes. Este no perdió más el tiempo y se fue de allí para buscar un piso en condiciones. Caminó por el centro de la ciudad para observar todo con detalle, viendo qué edificio le gustaba más. Ya que podía elegir, no iba a vivir en una casa que no le gustara. Ya tuvo suficiente de eso en su otra vida.

- Hm... Este parece estar bien.

Se paró frente a un edificio alto y glamuroso, seguramente de los más caros de la ciudad al estar en pleno centro de Londres. Decidió entrar allí y cogió el ascensor para ir hasta la quinta planta de ocho que tenía el bloque de pisos. Cuando las puertas del ascensor se abrieron fue derecho hacia la primera puerta que vio y llamó al timbre, esperando a que alguien le abriera. Sin embargo, unos segundos después escuchó una voz detrás de esta ya que el inquilino no la abrió por seguridad, y dejó salir un leve suspiro debido al cansancio. Quería poder dormir en una cama en condiciones de una vez, y no en el suelo duro de una azotea.

- ¿Qué quiere?
- Su piso. Abra la puerta.

En cuanto dio esa orden, el hombre que antes permanecía reacio a abrirle la puerta lo hizo de inmediato, inmerso en una especie de hechizo provocado por el demonio. Se apartó un poco para dejar pasar a Arthur y este entró sin esperar más, observando curioso el piso de aquella persona.

- No está mal... ¿Vives solo?
- Sí...

El de ojos verdes se giró hacia el hombre para mirarle de nuevo y le dio otra orden para terminar de deshacerse de él, quien permaneció junto a la puerta abierta sin hacer nada más.

- Pues recoge tus cosas y múdate a donde quieras. Te daré dinero.

De la nada surgieron varios fajos de billetes sobre la mesa del comedor y aquel tipo cerró la puerta para adentrarse en la casa. Obediente y sin consciencia propia, empezó a recoger sus pertenencias mientras que Arthur terminaba de analizar el lugar donde ahora viviría tranquilamente. Un par de minutos después se dirigió hacia el sofá y encendió la televisión, esperando a que el otro hombre terminara de una vez. Aquello le tomó cerca de un cuarto de hora. Salió de una habitación con dos maletas grandes y una mochila al hombro, la cual usó para meter todo el dinero que le había proporcionado el demonio. Cuando terminó con todo Arthur se levantó del sofá para acercarse a él y darle una última orden antes de que se fuera de allí.

- Tú nunca me has visto, y si te preguntan te mudaste por cuestiones de trabajo, ¿entendido?
- Sí...
- Bien, ya puedes irte.

El recién llegado regresó al sofá para dejar que el hombre se fuera de una vez, en silencio y sin protestar. Una vez que se quedó solo se echó hacia atrás en el respaldo de aquel mueble y se quedó observando el techo unos segundos.

- Ojalá fuera tan fácil manipular a esos monstruos... Sus mentes están demasiado corrompidas.

Se levantó del sofá apagando la tele después y se dirigió hacia el baño. Podía quitarse el mal olor con sus poderes pero hacía tiempo que no se daba un baño relajante, y lo necesitaba. Dejó que la bañera se fuera llenando con agua caliente mientras iba dejando caer la ropa al suelo. Una vez desnudo, se metió en la bañera dejando salir un largo suspiro de placer. Era lo suficientemente grande como para poder entrar él por completo, e incluso había sitio para alguien más.

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