[Capítulo 35]

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- ¿M-matarlo?

El muchacho cambió su expresión confusa a una más sorprendida, mientras que Arthur seguía mirándolo impaciente por querer saber más cosas de ese tipo. Apretó el agarre levantándolo un par de centímetros del suelo y prosiguió con la interrogación sin darle importancia a su comentario.

- Cuéntame lo que sepas sobre tu jefe. Ya.
- A-así va a estar c-complicado.

Aferrándose a la muñeca del demonio, aquel chico intentaba alzarse para poder respirar y hablar. Arthur chasqueó la lengua en señal de molestia y lo dejó libre a su pesar. Desvió momentáneamente la mirada a su brazo y vio que sus músculos y piel, poco a poco, iban retornando para cubrir el cúbito y el radio expuestos por aquel líquido negro. Para cuando regresó sus ojos, ahora verdes, al muchacho de ojos castaños, vio que este también había fijado su mirada en el brazo del demonio. Se le notaba claramente lo turbado y extrañado que se encontraba.

- Eh, centrémonos y acabemos pronto con esto o te dejaré igual que mi brazo.

El chico volvió a mirarle y frunció levemente el ceño, mostrándole esta vez más seriedad que antes y dejando el miedo atrás. No era la primera vez que lo amenazaban y el demonio lo notó rápidamente, porque él también había estado en su posición.

- Como si no fueras a matarme en cuanto obtengas la información que quieres...

Mantuvieron la mirada por unos segundos antes de que Arthur decidiera alejarse en un suspiro pesado, yendo hacia el primer taburete que encontró en su camino. Acto seguido miró de reojo a su acompañante e hizo un leve movimiento de cabeza para indicarle que se sentara a su lado, en otro taburete que tenía a su izquierda.

- Eso depende de lo que me cuentes.

El chico dudó por un instante pero al final acabó cediendo e hizo lo que le pidió. Tampoco tenía mucho que perder, presentía que iba a morir tarde o temprano. Si no lo mataba aquel desconocido lo haría el tipo que lo tenía secuestrado en aquella habitación.

- Vale... Pero antes que nada, me gustaría saber quién y qué eres.

El demonio bufó un poco y giró la cabeza hacia el otro lado. No se sentía con ganas de hablar de eso en aquel momento, pero no tenía otra opción si quería que el otro fuese sincero con él.

- Me llamo Arthur y... Soy un demonio. Tu jefe me trajo aquí con la intención de usarme a su favor, pero no le salió bien la jugada.
- ¡¿U-un demonio?! Entonces... ¿El infierno existe...?

El de ojos verdes giró la cabeza para volver a mirarlo algo interesado en sus palabras y contempló su rostro decaído, abatido, como si acabara de confirmar lo que ya suponía. Tuvo la mirada perdida en el suelo durante unos segundos hasta que logró reaccionar y volvió sus ojos al demonio con una pequeña sonrisa amarga.

- De alguna forma sabía que debía haber algo después de la muerte... Y que yo precisamente no iría a ningún lugar agradable... Pero bueno, yo soy Yao, científico como habrás podido comprobar.
- Ya...

Le extendió el brazo algo tímido al demonio y este le correspondió el saludo sin muchas ganas, por lo que apartó la mano enseguida para continuar con las preguntas.

- ¿Y qué tienes que ver con ese tipo?
- Por dónde empiezo...

Arthur prefirió no indagar en aquel tema, de todos modos tampoco tenía ganas de contarle cómo era el infierno, por lo que continuó con el tema de conversación que más le interesaba. Yao apartó su vista a la mesa, mirando las probetas y muestras que tenía sobre ella, y comenzó a contarle su historia.

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