[Capítulo 66(6)]

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- No no no, espera un momento. ¿A qué viene todo esto? ¿Qué vas a hacer?

La voz desesperada de Antonio no le puso las cosas más fáciles al demonio. Apretó con fuerza el móvil y dijo sus últimas palabras antes de dar por finalizada aquella llamada que no debió contestar.

- Perdóname... Me harté de ser el bueno.

Una vez que se apartó el teléfono de la oreja lo lanzó al suelo y lo pisoteó con fuerza para evitar cualquier contacto con los pocos conocidos que tenía. Echó un último vistazo a la habitación y se obligó a borrar de su mente todos aquellos momentos agradables que había pasado con Alfred para poder continuar. Estaba convencido de que ya no podría arreglar nada y salió del piso esperando que Roderich fuera en su busca en breve. No quería tener que pasar ni un segundo más a solas consigo mismo, sufriendo por un pasado que no dejaba de repetirse a pesar de todos los esfuerzos que había hecho por impedirlo. Decidió darse un paseo por el centro de la ciudad, viendo cómo había avanzado todo excepto los prejuicios de la gente. Eso era algo que perduraría por siempre.

- Demonio.

Nunca pensó que escuchar esa voz le alegraría tanto. Se giró hacia la persona que tenía a sus espaldas y le mostró una sonrisa amarga al confirmar que su final estaba a punto de llegar.

- ¿Ya está lista mi prueba?
- Eso mismo. No ha costado mucho prepararla.

Roderich le correspondió su sonrisa con una más amplia y, con un leve movimiento de cabeza, le indicó a su acompañante que lo siguiera. Se alejaron de Times Square para dirigirse a un restaurante cercano y fueron directamente a los baños. Arthur no cuestionó su decisión aunque sí pensó que podría haber elegido un lugar algo más limpio para usar el portal. Abrieron una de las puertas y atravesaron aquel agujero con el objetivo de encontrarse con su jefe, quien esperaba en su espacio seguro y protegido por la oscuridad. En cuanto regresó a aquel lugar supo que la prueba no iba a ser fácil. A pesar de no ver nada, aún podía escuchar los jadeos de alguien asustado y nervioso. Iba a obligarlo a matar a otro inocente. Algo que, por desgracia, ya había hecho.

- ¿Preparado?

La voz distorsionada de aquella persona lo ponía de mal humor. Se escondía tras aquella capa de invisibilidad para protegerse de cualquiera mientras dejaba que sus subordinados hicieran todo el trabajo sucio. Lo odiaba y despreciaba pero ya todo eso no le importaba, solo quería acabar pronto con el trabajo que le fuera a encargar para poder regresar al infierno.

- Cuando quieras.

Un instante después de pronunciar aquellas palabras, el demonio quedó cegado unos segundos por una luz al contrastar demasiado con la total oscuridad en la que estaba sumergido. Cuando logró adaptar su vista a su entorno, lo que vio le pareció ser un sueño, o más bien una pesadilla. No quería creer lo que estaba ocurriendo.

- Mátalo. Esa es tu prueba. Simple, ¿no? Para alguien como tú debe de ser pan comido.

Arthur dejó clavados sus ojos sobre su víctima durante unos segundos que parecieron horas. Acto seguido miró a su alrededor con la esperanza de hallar algo que ni él sabía siquiera de qué se trataba, mas la sala ahora era de un blanco infinito. No se podía vislumbrar el principio ni el final de la misma.

- ¿Hay algún problema? Si no puedes hacerlo vuelve a la cárcel donde te enviaron.

Al escuchar aquel comentario, sus ojos volvieron a posarse sobre la persona que tenía delante y por un momento vio a Alfred. La furia quiso invadirle pero se reprimió las ganas de gritar y simplemente aceptó al fin la decisión que había tomado. Dio un par de pasos hacia él y pudo notar que sus jadeos aumentaban a la vez que los latidos de su corazón.

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