[Capítulo 43]

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- S-sí claro, sentémonos...

Arthur no se movió de donde estaba hasta que su compañero regresó a su silla detrás del escritorio. Una vez que ambos volvieron a sus respectivos sitios, el demonio dejó salir un largo suspiro mientras se mentalizaba de todo lo que iba a decir. Algo que nunca le había contado a nadie. Decidió contarle su historia, aunque no toda la verdad, como era de esperar, sin levantar la vista del suelo. No pudo percatarse de la mirada culpable y preocupada que le estaba dedicando el inglés.

- Hace bastante tiempo, cuando era un crío, me...

El demonio se quedó unos segundos pensando en cómo decírselo, en cómo contar lo que le sucedió a toda su familia en cuestión de minutos. Apretó un poco los puños y prosiguió con el relato empezando a sentir algunas náuseas al recordar aquel momento.

- M-me secuestraron unos hombres que se dedicaban al tráfico de personas... A mí no me llegaron a vender, decidieron quedarse conmigo y utilizarme para todo lo que querían... Y aquello duró hasta que un día logré escaparme ya con 23 años...

Rememorar todo aquello hizo que la furia y la impotencia regresaran a él con la misma intensidad que la del día en el que al fin pudo volver a ser libre, aunque bajo un costo demasiado alto. Fue entonces cuando Arthur decidió dejar de hablar, dando por finalizada la charla, y levantó levemente la cabeza para mirar el rostro perplejo y sorprendido de Alfred. No debía ni quería decir nada más sobre el tema. El resto de la historia se lo contaría más adelante, si alguna vez llegaba a contarle quién era en realidad. Dejaron que el silencio invadiera la sala por un momento hasta que, esta vez, las lágrimas recorrieron las mejillas del inglés.

- A-Arthur... Lo siento mucho... Oh Dios...

No esperó más y se levantó de nuevo de su silla para ir hacia su compañero y levantarlo de la suya, dándole un fuerte abrazo mientras las lágrimas seguían saliendo de sus ojos. El demonio le correspondió el abrazo rápidamente y apoyó la cabeza en su hombro a la par que escuchaba las disculpas de Alfred.

- N-no sabía que algo así te... L-lo siento, lo siento mucho... Y yo preguntándote por tus... T-tus...

Arthur simplemente apretó un poco más el abrazo, dándole a entender que ya era suficiente, que no tenía por qué martirizarse más. Sus padres y hermanos hacía mucho tiempo ya que se habían ido y no iban a volver jamás. Eso lo tenía claro. Permanecieron así unos segundos más, en completo silencio, hasta que el demonio al fin pudo separarse de aquellos brazos cálidos y reconfortantes de los que no quería apartarse nunca más. Lo miró a los ojos, viendo que aún estaban algo húmedos y brillantes por las lágrimas, y lo cogió de las mejillas para depositar un leve beso sobre sus labios. Alfred decidió no hacer nada por miedo a poder herirle más de lo que ya estaba, y se limitó a cerrar los ojos con sus manos aún aferradas a la camiseta del traje de su compañero. Solo fue un instante, pero lo suficiente para calmar el corazón de Arthur, quien le dedicó una leve sonrisa al inglés al ver que había vuelto a abrir los ojos.

- Todo está bien ahora... Ocurrió hace tiempo, no te preocupes.
- P-pero-

Los ojos azules del inglés amenazaron con lanzar más lágrimas pero el demonio no se lo permitió. Volvió a darle un abrazo lleno de cariño y gratitud y, sin esperar mucho más, le dijo unas últimas palabras.

- Con estar contigo me es suficiente... Desde que llegué aquí no he tenido más pesadillas... Tú has sido mi salvación.

Alfred sintió que iba a sucumbir a la vergüenza. Podía notar cómo todo su rostro tomaba esa tonalidad característica de los tomates y, sin embargo, cogió todo el valor que le quedaba para apartarse y mirarle a los ojos.

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