Mundo en Caos

[Capítulo 23]

Alfred y Arthur se despidieron una vez que estuvieron tiempo suficiente en el cementerio. Visitaron cada una de las tumbas para que el inglés les mostrara sus respetos individualmente, mientras que el demonio se limitaba a mirarle de soslayo, pensando en cuántos más compañeros habría perdido a lo largo de los últimos 6 años. Cuando Arthur regresó a la zona S intentó buscar a Gilbert como si estuviera buscando una aguja en un pajar. Su poder le complicaba las cosas.

- Ts... ¿Por qué solo puedo detectar a sus clones? ¿Dónde se ha metido?

Había dado un par de vueltas al barrio y ya no sabía por dónde más mirar. No quería gritar por si había algún que otro monstruo pululando por allí, por lo que acabó decidiendo ir a la cabaña donde lo llevó el día anterior. Llegó en menos de 30 segundos gracias a sus grandes alas y, una vez que pisó el suelo de nuevo, abrió la puerta sin esperar un segundo más. No quería hablar con uno de sus clones, necesitaba al original. Y por algún motivo era el único que no podía encontrar.

- ¡Ah!

Arthur se quedó un par de segundos inmóvil mirando al albino, quien se encontraba sentado en una silla leyendo un libro. Aunque debido al susto aquel objeto acabó en el suelo mientras que él se levantó de un golpe, desviando sus ojos hacia el demonio. Que Gilbert leyera era algo que Arthur no se esperaba de él, pero al menos se alegraba de verlo allí.

- ¡Joder qué susto Arthur!
- Sorpresa.

Se acercó al de ojos rojos para sentarse en una silla cercana mientras que el otro se volvía a sentar donde estaba en un suspiro.

- Es difícil encontrarte ¿sabes?
- Esa es la idea.

Ambos se miraban relativamente calmados, ya que sabían el riesgo que corrían ambos al estar juntos. Arthur frunció el ceño al escuchar su respuesta y se echó un poco hacia adelante.

- Ya... Pero no debería serlo para mí. ¿Cómo es que puedo detectar a todos tus clones pero a ti no?
- Kesesese~ Me alegra que lo preguntes~

Gilbert sonrió de lado, feliz de que le preguntara eso, y se levantó de la silla para ponerse frente a él algo más cerca. Cogió su mano sobresaltando un poco al demonio y la colocó sobre su pecho.

- ¿Qué notas?

Arthur se mantuvo unos segundos mirando su pecho mientras lo único que sentía era el tacto de su camiseta. Acto seguido alzó los ojos para mirarlo confuso y se levantó también de la silla, aún sin apartar la mano de su pecho.

- No noto nada... ¿Qué has hecho?
- Pues... A ver cómo te lo explico.

Se separó del demonio para regresar a su silla, pensando en la manera de explicarle su maniobra de forma sencilla, y el otro decidió hacer lo mismo. Quería saber de una vez cómo era que no podía encontrarlo ni con sus poderes. Gilbert comenzó a explicarle todo con la mirada pegaba al suelo, como si tuviera que pensar lo que diría antes de dejarlo salir por su boca.

- Tardé un tiempo en dominarlo ya que al principio usaba mis poderes sin pensar. Cuando creo clones reparto en ellos mi esencia, por así decirlo. Cuando muere uno de ellos yo puedo sentirlo, después de todo son partes de mí. Así que, para que gente como tú no me encuentre o note mi presencia, reparto mi esencia por todos ellos menos en mí mismo. Así es como si estuviera muerto.

Arthur se quedó unos segundos pensando en ello algo asombrado al ver que podía hacer algo así. Hoy estaba descubriendo muchas facetas suyas.

- Entiendo... Nada mal viniendo de alguien como tú.
- ¡¿Alguien como yo?!

El de ojos rojos le dedicó al demonio una expresión de enfado pero que, mezclada con los pucheros que puso, no lo asustaron en absoluto. Al contrario, aquello provocó que Arthur no pudiera evitar sonreír un poco al aguantarse la risa.