[Capítulo 22]

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El demonio no pudo evitar dejar salir un leve suspiro mientras dejaba caer el brazo que sostenía el trapo algo ensangrentado sobre su regazo. La herida ya estaba totalmente curada, por lo que abrió la guantera para dejar por el momento el trozo de tela allí y se giró levemente hacia Alfred para mirarlo con una leve sonrisa. Lo que no quería hacer era preocupar al inglés, y menos aún aquel día en específico. Ya tendría que lidiar con todas sus emociones por la tarde en el entierro de sus compañeros.

- Por eso no debes preocuparte, no pienso irme ni abandonarte tan pronto.

El inglés dejó escapar una suave risa mientras lo miraba unos segundos de reojo. Acto seguido sus ojos acabaron observando de nuevo el volante de su coche acompañado de un pequeño suspiro.

- Lo haces sonar muy fácil, pero no puedo evitarlo... Sentir preocupación por tus compañeros es humano.

Arthur se quedó pensando unos instantes en aquella palabra: humano. Hacía mucho tiempo que ya no se consideraba como tal, y por ello podía lidiar con todas las situaciones de riesgo mejor que cualquier oficial de policía de Londres. Ser inmortal ayudaba mucho.

- Venga, no le des más vueltas al asunto. Volvamos a la comisaría para encerrar a este y sigamos con lo nuestro.

Hizo un leve movimiento de cabeza para señalar la parte trasera del vehículo, lugar donde se encontraba el detenido, y Alfred asintió levemente mientras arrancaba el coche.

- Sí, claro... Solo espero no tener que presenciar más ataques, al menos por hoy. Querría estar algo relajado para cuando tenga que ir al entierro...

El demonio decidió no comentar nada sobre ello y todo el camino hasta la comisaría fue interrumpido únicamente por los pitidos de algunos coches y el bullicio de la calle. En cuanto llegaron y se bajaron del coche cargaron con el dependiente aún inconsciente y lo dejaron esposado en una de las celdas. El inglés le dejó a cargo del caso a uno de sus subordinados para así poder continuar la vigilancia con Arthur, aunque la tensión seguía en el aire. Ninguno de los dos quería abrir la boca para no molestar al otro con algún comentario innecesario. Sin embargo, al igual que Alfred, el demonio no podía evitar preocuparse por su compañero.

- Y... ¿Cómo te encuentras?

Al escuchar de repente su voz, el de ojos azules se sobresaltó un poco y lo miró de reojo algo confuso por su pregunta para después volver la vista a la carretera. No sabía exactamente a qué se refería.

- ¿Cómo me encuentro con qué? Ahora mismo están ocurriendo muchas cosas, deberás ser más específico.
- En general... Tus sentimientos, emociones... No hablas con nadie sobre lo que te ocurre en el día a día y no es bueno que lo retengas todo. De vez en cuando viene bien desahogarse...

Arthur decidió no decir nada más ya que el rostro serio de Alfred no le dejó muchas más opciones. Llevaba poco tiempo con él, aún no sabía mucho sobre su vida, solo cosas sueltas de su familia y trabajo. Tal vez había sido demasiado pronto el pedirle que se abriera con él. Acabó apartando la vista a la ventana y pensó que el silencio volvería a inundar el interior del vehículo hasta la hora de comer, pero la voz del inglés le sorprendió y sus ojos volvieron al rostro de su acompañante. Seguía con el semblante serio, sin apartar la mirada de la carretera, y en el fondo Alfred agradecía tener que hacerlo ya que no se sentía con fuerzas de afrontar las dos esferas verdes interrogativas de Arthur.

- Ya lo sé... Pero hablar de ello no-
- No me digas que no solucionará nada si ni siquiera lo has intentado.

El inglés apretó un poco más el volante y no dijo nada más. Arthur pensó que lo había cabreado y apartó la mirada de nuevo a la ventana dejándolo estar. Sin embargo, a los pocos minutos, Alfred aparcó el coche en un descampado a las afueras de la ciudad y casi dentro de la zona S. El demonio quiso preguntarle qué tenía pensado hacer, pero en cuanto el inglés detuvo el coche salió rápidamente de él sin dejarle oportunidad. Arthur tuvo que hacer lo mismo, cerrando la puerta sin dejar de mirarle confuso y se acercó un poco a él. Aunque siguió sin poder decirle mucho.

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