[Capítulo 4]

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En unos minutos estaban de vuelta en la comisaría, y Alfred fue directo a su despacho una vez que se despidió del demonio. Quería terminar cuanto antes con el papeleo y ponerse a investigar a aquel criminal, al igual que Arthur. Este prefirió salir de allí de una vez y fue a dar una vuelta, con el objetivo de encontrarse con algo que lo ayudara a atrapar al albino. Aunque no tenía todo el tiempo que él quisiera. Había vuelto a quedar con el inglés en su despacho en una hora para reunirse con otros altos cargos del país, solo para tratar el tema del nuevo individuo descubierto con superpoderes, por así llamarlo. Al parecer era el primer ser que se encontraban con tales poderes, y debían hacer algo para enfrentarlo. Pero aún no estaban preparados para alguien así. El demonio se dio cuenta de ello de vuelta a la comisaría mientras observaba de reojo el rostro preocupado de Alfred. Estaban en una situación complicada y peligrosa.

- ¡Perdone! ¿Tiene un momento?

Arthur se detuvo al escuchar una voz joven llamarle y se volteó para ver a un grupo de niños de no más de 17 años. Llevaban consigo libretas y lápices, como si se tratasen de periodistas, y más o menos pudo suponer lo que querían de él. El demonio les sonrió levemente y se cruzó de brazos.

- ¿Qué ocurre?
- ¿Podría decirnos qué es lo que está pasando en la ciudad? Es para nuestro periódico escolar.
- Las noticias nunca dicen nada relacionado con esto. Solo que están sucediendo asesinatos...

Los chicos miraban al supuesto policía con brillo en los ojos, esperando que les dijera algo interesante. Pero Arthur sabía que si no decían nada de lo que estaba ocurriendo a los ciudadanos era por algo. No podían crear más caos del que ya había, por lo que el demonio se puso algo más serio y bajó los brazos con la intención de irse en breve.

- Lo siento, esa información es clasificada.

Los dos chicos que habían hablado anteriormente dejaron de sonreír y bajaron la cabeza algo decepcionados, pero uno de sus compañeros le hizo otra pregunta más al policía que lo dejó callado por unos segundos.

- ¿Vais a mantenernos al margen de lo que está pasando mientras muere gente a manos de bestias extrañas que nadie sabe de dónde han salido?

Arthur era consciente de que no podían mantener todo en secreto. De todos modos ya se sabía que había criaturas como los hombres lobo o los poltergeists merodeando por la ciudad, pero no podían decir nada más o cundiría el pánico. Justo cuando iba a contestarle, aquel chico se acercó a él y lo miró fijamente a los ojos, como si estuviera retándolo.

- Mi madre murió por culpa de una explosión de gas mientras trabajaba, según dijo la policía. Pero yo fui a ver los cuerpos y eso no fue por culpa de una simple explosión... ¡Algo los devoró y descuartizó! ¡No tenéis el valor de decirles a sus propias familias cómo han muerto sus seres queridos y merecemos saberlo! ¡Sois unos mandados y unos hijos de-!
- ¡Cálmate Geremy! L-Lo siento señor, ya nos vamos.

Los demás chicos tuvieron que coger a su compañero y detenerlo antes de que provocase más problemas. Empezaba a llamar la atención de la gente que pasaba a su alrededor, y ellos no querían que un policía los detuvieran, aunque solo por un par de horas, por mala conducta hacia un oficial. Pero el demonio, a diferencia de lo que se esperaban ellos, los detuvo antes de que se marcharan cogiendo del hombro a uno de ellos.

- Esperad... Te llamabas Geremy ¿verdad?

El susodicho se giró hacia él, al igual que sus compañeros, y lo miró entre curioso y aún furioso.

- ...sí.
- Ven conmigo un momento.

Pasó por delante del muchacho y con una rápida mirada le indicó que le siguiera, orden que no tardó en obedecer. Los otros chicos no supieron muy bien qué hacer, pero decidieron esperar sentados en unos bancos cercanos mientras hablaban de lo que había pasado. Mientras, Arthur se llevó a Geremy a un callejón para que nadie más los viera.

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