[Capítulo 24]

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Arthur y Geremy estuvieron al menos media hora más charlando sobre todo lo que se perdió el demonio los últimos 157 años en los que permaneció en el infierno, desconectado del mundo y de sus avances. Decidieron retomar la charla en otro momento al ver que ya se iba acercando la hora de cenar. El tío del chico empezó a llamarlo para que bajara a ayudarlo con la comida y aquello hizo que se dieran cuenta de dónde estaban.

- Ya nos veremos otro día. Que aproveche.
- Gracias.

Ambos se dedicaron una leve sonrisa antes de despedirse y de ir a sus respectivos lugares. Geremy bajó a la cocina para reunirse con su tío y Arthur no tuvo de otra y regresó a la zona S. Debido al cansancio, tanto físico como emocional que había sufrido durante todo el día, no tardó mucho en dormirse sobre la azotea de uno de los edificios. En cuanto saliese el sol comenzaría a dar caza a todos aquellos humanos a los que aquel tipo había convertido en monstruos.

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Unas cuantas horas más tarde, el sol ya empezaba a asomarse por el horizonte y Arthur se fue incorporando lentamente ya totalmente recuperado y lleno de energía. Sacó su teléfono para enviarle un mensaje a Antonio, más que nada para avisarle de que quería saber ya la ubicación de todas esas personas con poderes, y se lo volvió a guardar para extender sus alas y bajar de la azotea. Viendo la hora que era supuso que no le contestaría en un buen rato. Después de todo eran las seis y media. Se puso una ropa más cómoda para pasear, ya que seguía con el traje de anoche, y dio algunas vueltas por la ciudad, fijándose en todas esas cosas que antes no había prestado atención. Tras la charla con Geremy lo veía todo desde otra perspectiva y con más conocimientos sobre el tema. Ahora sabía para qué servían esas luces de colores, también llamados semáforos, y esos vehículos enormes de dos plantas repletos de gente. Poco a poco le iba encontrando su sentido a todo lo que le rodeaba.

Sin darse cuenta, al estar tan embobado con la nueva Londres, llegó la hora de trabajar y se dio prisa en llegar a la comisaría, cambiándose de ropa antes en un callejón cercano. En cuanto llegó fue directo al despacho de Alfred y, como siempre, llamó a la puerta antes de entrar.

- Buenos días Arthur.
- Buenos días.

El inglés le dedicó una leve sonrisa antes de volver la vista a la pantalla de su ordenador. Arthur decidió acercarse sin decir nada más y se sentó en la silla frente a su escritorio, esperando a que Alfred le volviera a hablar. Tenía una expresión en el rostro que le indicaba que algo iba mal, y supuso bien. En cuestión de segundos empezó a contarle el problema que tenían encima.

- Tenemos un nuevo caso, uno algo más complicado que los demás y no sabemos si hay monstruos implicados.

Sus ojos azules regresaron al rostro de Arthur, quien solo asintió ante sus palabras para dejarlo proseguir.

- Al parecer están habiendo desapariciones en los alrededores de un prostíbulo. Ya fueron algunos de mis hombres a comprobar las cámaras de seguridad hace una semana pero no aparece nada fuera de lo normal en ellas.
- ¿Entonces? ¿Por dónde vamos a empezar si no tenemos nada?

Alfred no le contestó de inmediato para buscar el resto de la información de nuevo en su portátil.

- Nos confirmaron que hace unos días desapareció otro hombre. Su mujer denunció su desaparición ayer, y supimos que frecuentaba el local al buscar por las cámaras de seguridad que hay en las carreteras contiguas.
- ¿Las cámaras de las carreteras? ¿Por qué no las del propio prostíbulo?

El demonio no pudo evitar mirarle algo confuso y el inglés lo miró de nuevo esta vez con una sonrisa de lado, como si estuviera orgulloso de que le hubiera preguntado eso.

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