[Capítulo 14]

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Antes de dirigirse ambos hacia el restaurante que tenía en mente Alfred, este se detuvo para analizar al demonio algo absorto. Solo lo había visto con el traje de policía, verlo ahora con uno más formal se le hacía raro.

- Veo que te has arreglado...
- Me sobró algo de tiempo, así que fui a casa un momento a cambiarme.

En el rostro del inglés se formó un leve sonrojo y desvió la mirada. Al haber estado toda la tarde ocupado, él seguía con su traje de policía a excepción de la chaqueta. Simplemente iba con una camisa blanca y unos vaqueros negros.

- A-ahora siento que no voy bien vestido...
- A mí no me importa, y a ti tampoco debería.

Los ojos de Alfred volvieron al demonio para mirarle algo sorprendido por sus palabras, y pudo observar en su rostro una leve sonrisa.

- Cada uno puede salir a la calle como quiera, ¿no crees?
- S-supongo...

Se aclaró un poco la garganta, incómodo por los ojos verdes de Arthur que estaban constantemente sobre él, y fue a encaminarse hacia el restaurante. El demonio no era totalmente consciente de ello, pero sus ojos podían enseñar más de lo que él pensaba y deseaba. Hablaron de cosas triviales durante el trayecto hasta que llegaron a su destino, que por suerte no estaba muy lejos. Se dirigieron hacia la puerta del restaurante para entrar de una vez y fueron hacia el metre para pedir una mesa. Este los llevó hasta la número 3, una situada junto a la ventana del local. Cuando lograron sentarse el inglés dejó salir un suspiro de agotamiento, cosa que no pasó desapercibida por Arthur. No sabía si debía preguntarle o no, ya que había decidido no hablar del trabajo. Pero la duda le carcomía por dentro. Y también pensó que sería de mala educación no preocuparse.

- ¿Cansado?

Ante la pregunta del demonio, Alfred lo miró con una leve sonrisa mientras iba cogiendo el menú para elegir la comida.

- Solo un poco. Nada del otro mundo.

Arthur decidió no decir nada más y cogió también la carta para mirar qué había, aunque no pudiese saborear nada de lo que tenía para elegir. El inglés llamó al camarero una vez que ambos decidieron su cena y ordenaron su pedido. Empezaron a esperar a que su comida llegara mientras el silencio iba invadiéndolos. Solo se escuchaba el ruido que hacían sus vasos al chocar con la mesa cuando los dejaban suavemente sobre ella. El demonio sabía que no tenían gran cosa de lo que hablar, pero como la noche siguiera así acabarían volviendo a casa sin decirse nada más.

- Y...

De repente, la voz de Alfred rompió aquel silencio y el demonio alzó la vista para mirarle con cierta curiosidad.

- ¿Cómo te ha ido a ti la tarde con Jake?

Al escuchar su pregunta, Arthur no pudo evitar tensarse de repente y bajó la mirada pensativo. No quería hablar de ello y estropear la cena, pero si le preguntaba no podía evitarlo.

- La verdad es que...

Volvió a mirarlo algo temeroso y pudo observar que seguía interrogándole con sus ojos. Apretó levemente los puños y le mantuvo la mirada, preparado para presenciar su reacción probablemente furiosa.

- Jake ha muerto... Lo asesinó un monstruo.

La respuesta del demonio provocó que una expresión de asombro se formara en el rostro del inglés. Pero, pocos segundos después, pasó a ser una más seria frunciendo el ceño.

- ¿Cuándo tenías pensado decírmelo?
- Ahora no, por lo menos. No quería arruinar la cena... Y tarde o temprano acabarías sabiéndolo. Solo quería que esta noche el trabajo no invadiera tu cabeza.

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