Capítulo 5

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Yael

Regresé al estacionamiento del bar para buscar mi coche y cuando volvía a casa, sufrí un percance con un hombre vagabundo, que de la nada, descendió de la banqueta y sin precaución alguna, caminó sobre el asfalto. Frené de súbito y las luces delanteras le iluminaron el rostro; era el hombre de la casa de antigüedades, que después de golpear el cofre con su mano y quejarse de un casi atropello, continuó su camino. Apagué el motor y descendí.

-Espere- hablé en voz alta- tengo que hablar con usted.

El hombre hizo caso omiso y siguió andando. Tuve que agregar más velocidad para alcanzarlo.

-No se valla- lo sujeté del brazo.

Él se molestó.

-Por favor, tiene que decirme como arreglo todo.

-¿Yo?

-Usted me obsequió un reloj y yo viajé en el tiempo.

-¡Oh sí!- se entusiasmó- en otra vida fui viajero del tiempo, pero ahora soy el sombrero seleccionador.

-Tiene que ayudarme.

-¿Eres pelirroja?

-No.

Gruñó.

-Entonces no eres una Weasley- siguió caminando.

-Necesito su ayuda- volví a detenerlo y él continuó delirando.

-Solo debes seguir el camino amarillo.

-¿Qué camino?

-Vuelve al inicio Dorothy Gale- se alejó.

-Mi nombre es Yael- aclaré.

El viejo alucinaba y así no me era de mucha ayuda. Regresé al auto y solo para dar vueltas por la ciudad y cuando el amanecer apareció frente al parabrisas, pasé por afuera del edificio en ruinas. Me detuve para observarlo mientras recapitulaba la fantástica vida que llevé junto a Yaz y ahora que estaba por casarse con un hombre egoísta, me cuestioné si sería capaz de vivir en esa realidad sabiendo que ella estaba con alguien más. Estaba por retirarme, cuando a lo lejos vislumbré que una mujer se acercaba; era Yazmin. Volví a bajar del auto.

-Buenos días- saludé.

-Hola- respondió.

-¿Qué andas haciendo? ¿Qué no es tu gran día?

-Salí a correr para despejar la mente.

-Tienes buen récord porque la casa de tus padres esta como a quince kilómetros.

-Estoy hospedada en un hotel a dos cuadras de aquí. Ahí será la ceremonia y la fiesta.

-¿Estas nerviosa?

-Un poco.

Guardé silencio y recordé nuestra boda.

-Y tú, ¿qué haces aquí?- interrogó.

-Ese es nuestro hogar- señalé el edificio- último piso. Departamento 2. Cada noche salíamos al balcón. Tu dibujabas y yo disfrutaba de la vista.

-No había vuelto a hacerlo hasta que apareciste.

-Imagino que lo dejaste cuando entraste a la universidad.

-Mi papá me pidió enfocar toda la atención a la carrera de leyes.

-Te dijo que el mundo necesita abogados dedicados como tú.

-Si- el brillo de sus ojos se intensificó al reconocer la frase.

Historias del Universo LesbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora