Transcurrió cerca de año y medio desde la última vez que vi Liz y fue cuando Jonathan le metió una bala en su pierna derecha. No sabía si buscarla o si era prudente hacerlo, después de todo su vida estuvo en riesgo por mi culpa. También desconocía si ella había visto las noticias o estaba enterada de mi captura y liberación o si continuaba viviendo en la misma casa. Lo que si sabía era que había hecho posesión del dinero que le obsequié, porque mi madre recibía de manera mensual los estados de cuenta y siempre traía nuevos movimientos. De Merari y Félix no supimos sobre su paradero, lo último que mis padres escucharon, fue que vivían en otro país y con otras identidades por el acuerdo que lograron con la DEA. Yo por mi parte intenté reanudar mi profesión, aunque por el antecedente penal que cargaba a cuestas, en ningún lado me aceptaban hasta que un ex compañero de universidad me contactó e invitó a trabajar con él.
Y el día menos pensado, me encontré con un mensajero en la puerta de mi casa y me entregó un sobre cerrado que no tenía remitente. Dudé seriamente en abrirlo, temía que fuera una orden de aprehensión o un citatorio para rendir declaración. Respiré profundo, rompí la parte superior para tomar el contenido y solo me encontré con una invitación a una ceremonia de graduación universitaria, era en la universidad en la que Liz estudiaba y eso significaba una sola cosa; ella me quería en ese evento. Pasé los días de esa semana dudando si ir o no porque ella sabía la dirección de la casa de mis padres, pero nunca acudió a verme.
El día antes del evento, viajé a esa ciudad y fue como si el pasado volviera a cobrar venganza y trajo consigo una infinidad de recuerdos que intentaba olvidar. Me hospedé en un hotel ubicado sobre la avenida principal y vi la noche pasar a través de la ventana. No sé en qué momento de la madrugada logré dormir, pero me desperté con el ruido de mi alarma y aun de pie sobre la acera y mientras esperaba el arribo de un taxi libre, seguía dudando en asistir; el peso de mi conciencia me impedía disfrutar el momento.
Al llegar, la reunión ya había iniciado y tomé asiento en la última línea de sillas que en su mayoría estaba desocupadas. Uno a uno de los estudiantes graduados subieron al estrado para la entrega simbólica de su documentación y mi inquietud aumentaba al ver que Lizeth no aparecía y por mi mente pasó la idea de que me encontraba en la graduación incorrecta, pero segundos después fue nombrada como la mejor alumna de la generación e incluso daría un breve discurso, pero antes, el rector la llenó de halagos y felicitaciones. También mencionó que aun ante las adversidades, ella siempre salía adelante y yo lo traduje como: a pesar de haber recibido un balazo por involucrarse con la persona incorrecta, logró concluir sus estudios. Luego descubrí que ella caminaba con dificultad y en medio de los aplausos que estaba recibiendo, intenté retirarme, pero algunas personas que llegaron después ocuparon los demás asientos libres y eso entorpeció mi huida.
—Si pudiera volver a comenzar mi vida, intentaría encontrarte mucho antes— salió su voz por todas las bocinas del recinto.
Yo me dirigía hacia la salida, pero instantáneamente y después de escuchar la famosa frase del principito, mis pies dejaron de caminar.
—¿Qué pasaría si esta vez dejas de huir?— volvió a hablar y eso provocó que todos me miraran.
Di media vuelta para buscarla arriba del estrado.
—No puedo hacerlo, no puedo quedarme— le respondí en voz alta.
—¿Y si lo intentas?
—Ya una vez arruiné tu vida.
—A veces grandes desastres, resultan ser fabulosos finales.
—Baja y hablamos.
—Lo siento, debo dar mi discurso— levantó su folder— pero quédate y escúchalo.
Su hermana Kenia llegó conmigo, sujeto mi mano y me hizo caminar hacia la primera fila. Saludé a su madre y me invitaron a tomar asiento cerca de ellas.
Cuando Liz terminó de leer todo lo que había escrito, ella descendió y yo la besé.
Fin.
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