Capítulo 7

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Paulina

Fernanda no volvió a la cafetería. Ella simplemente pasaba por afuera, miraba al interior, buscaba mi rostro y cuando su vista se encontraba con la mía, sonreía y luego se marchaba. La agonía de saber por qué hizo lo hizo, me consumía con lentitud, por lo que un día decidí dar por finalizada esa situación, quería darle vuelta a la página, pero antes escucharía su versión.

Como tal casi nunca usamos su habitación, ya que siempre optábamos por pasar el tiempo en su departamento, pero conocía el protocolo usado en ese hotel, que de hecho, era algo muy simple. Lo único que se hacía era llegar, plantarse en la recepción y decir habitación 414 o la que quisieras visitar. La persona que estuviera, identificaba que no eras un huésped normal, sino que acudías para recibir algún servicio sexual. En el primer intento no pude ni llegar a la entrada, pero en la segunda reuní toda mi valentía.

—Bienvenida al hotel realeza. ¿Cómo le puedo ayudar?— cuestionó la chica de la recepción.

Sabia con exactitud la respuesta y aunque abrí la boca para hablar, no fui capaz de pronunciar palabra alguna.

—¿Puedo ayudarle en algo?— la joven repitió.

—Habitación 414— tosí.

El rostro de la chica fue de mucha sorpresa. Quizá no era muy común que una mujer acudiera por servicios de ese índole.

—Chloe no está, pero si gusta puede esperarla— por un lado de la recepción, se encontraba una sala tipo lounge.

—No. Gracias— preferí retirarme. Elegí estar preparando cafés a perder mi tiempo.

Caminé hacia la puerta de salida y cuando me disponía a atravesarla, la joven de cabello claro y sonrisa prominente, entró. Ella venia sujeta del brazo de un hombre mayor y que tenía la cabeza llena de canas.

—¡Paulina!— expresó.

Ignorando la mención de mi nombre, mantuve el ritmo de mis pasos, pero alcancé a escuchar cómo es que la recepcionista mencionó que había ido a buscarla.

—Espera— me detuvo por fuera del inmueble— gracias por venir— sin pedir permiso, me abrazó.

—No sé en qué estaba pensando. No debí hacerlo.

—Pensaste en nosotras— claramente noté que ella estaba por besarme, por lo que giré mi rostro y sus labios se plasmaron sobre mi mejilla— te he echado de menos— susurró a mi oído.

—¡Chloe!— el tipo con el que ella había llegado, le gritó desde la entrada del hotel.

—Vamos a la habitación— ella me pidió.

—Preferiría ir a tu departamento.

—Aun así, tengo que subir por las llaves y no quisiera dejarte sola.

Decidí acompañarla; tampoco quería quedarme ahí. Caminamos de vuelta al hotel y cuando pasamos cerca del hombre, ella le entregó unos billetes.

—Coge con otra— le dijo.

El tipo exclamó una serie de palabras obscenas, palabras que ignoramos porque nunca nos detuvimos y al llegar hasta la puerta marcada con el número 414, abrió.

Entramos.

A comparación de la última vez que estuve en ese lugar, ahora todo estaba desordenado. Era como si hubiera pasado un carnaval por el dormitorio.

—No te he tenido tiempo de limpiar— levantó prendas del suelo.

—¿Cuántas veces cogiste con mi esposo?— inicié.

Historias del Universo LesbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora