Capítulo 5

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Allison

Ya me había acostumbrado a llegar temprano al colegio, sobre todo cuando álgebra era la primera clase de día.

Para el lunes siguiente, Gerardo, un compañero de clases me insistía en que le diera una cita mientras me tenía sentada sobre sus piernas y acariciaba las mias. Yo era una simple estudiante de preparatoria, pero seducir a los hombres era mi profesión, me encantaba hacerlos enloquecer y que fantasearan conmigo y estaba por aceptar en salir con él cuando Jimena llegó al salón de clases.

-Buenos días- saludó desde la entrada.

De inmediato me dí cuenta que no le pareció gracioso mi actuar. Me levanté y volví a mi pupitre. Durante toda la clase no me miró y al terminar se retiró sin despedirse. Volví a verla hasta el entrenamiento, pero ella continuó con su indiferencia hacia a mí.

-Allison, puedes quedarte un momento- me pidió cuando todo finalizó.

Sin responderle seguí empacando mis cosas, pero lo hice a una velocidad más lenta. Ella sujetó su móvil, debió haber mandado algunos mensajes de texto porque estuvo tecleando un par de minutos y cuando se fueron todas mis compañeras, se acercó a mí.

-Acompáñame.

-¿A dónde?

-Necesito hablar contigo en un lugar privado.

-Podemos hacerlo aquí, ya se fueron todas.

-No porque tienes demasiada ropa encima- su vista estaba sobre mis senos.

Entendí la referencia.

Caminamos hasta llegar a la oficina del director. La secretaria todavía seguía ahí.

-Profesora Alvarado, su padre no se encuentra- le dijo antes de que atravesáramos la puerta de entrada.

-Lo sé, acabo de hablar con él y le pedí permiso para estar aquí porque necesito platicar con la señorita Guerra en privado y ya te puedes retirar.

-Solo término de arreglar estos papeles- levantó los que tenía sobre su escritorio.

-Que tengas buena tarde Sonia- se despidió y yo le sonreí.

Entramos a la oficina, cerró por dentro. Jimena comenzó a besarme con desesperación y nos tropezamos con todo lo que se nos atravesó hasta que llegamos al sofá de piel color negro. Me sujetó por la cintura y me arrojó sobre el. Ese día decidí usar el uniforme que me regaló el sábado, el cual, me arrebató en tiempo récord. Se montó sobre mi y sus besos continuaron.

-¡Auch!- exclamé cuando sentí sus dientes torturando mi boca.

-No te quiero volver a ver sentada sobre las piernas de alguien ¿entendiste?

-¿Estás celosa?

-¿Entendiste?- reiteró.

-Entendí profesora Alvarado- me sentí como niña regañada.

En la vida diaria me encantaba andar con el cabello suelto. Siempre pensé que mi pelo alborotado me hacía lucir fabulosa, pero para el voleibol lo sujetaba totalmente en una coleta. Coleta que Jimena sujetó con fuerza provocando que mi cabeza se fuera hacia atrás para descubrí mi cuello e irse sobre el. Con esa acción, mi excitación se elevó al mil por ciento y ella lo notó cuando comenzó a introducir sus dedos en mi vagina, ya estaba demasiado caliente. Era la primera vez que experimentaba la posesión, los celos, el enojo, la pasión y adrenalina por el lugar donde estábamos. Todos esos ingredientes juntos formaron una combinación más que placentera.

Después introducirme sus dedos en reiteradas ocasiones, besarme con desesperación y hacerme gemir como una loca. Se puso de pie y de inmediato se colocó de rodillas frente a mí. Abrió mis piernas para quedar en medio de ellas, me jaló y mi cadera quedó al borde del sofá para de esa manera poder continuar el trabajo con su boca.

Jimena con las piernas y sobre una duela deportiva era magnífica, pero con sus dedos y lengua en mi vagina era una diosa. Incontadas fueron las veces que mordí mis manos para mitigar la intensidad de mis gemidos. Y al final del día, solo tenía una pregunta ¡¿Por qué pasé tanto tiempo cogiendo con hombres?!

Las semanas siguientes mi relación con ella se intensificó, cada que podíamos nos encerrábamos en la oficina del director o por las tardes lo hacíamos en su habitación. Dejé de salir con hombres, porque me lo pidió, a veces sentía que en esa relación la manipulada era yo, pero no me importaba porque de su mano (literal) aprendí todo lo que debía saber sobre el placer femenino.

Día a día mi líbido aumentaba mientras que mis calificaciones bajaban y estuve a punto de perder la beca académica, pero ella logró convencer a su padre de que no lo hiciera alegando que era un buen elemento deportivo y que me necesitaba para el próximo torneo que estaba por iniciar. Yo faltaba prácticamente a todas las clases, pero jamás a la de álgebra y a la de deportes. Así que me comprometí a prestar más atención en mis estudios, pero con Jimena a mi lado aprendí de todo menos a aprobar materias.

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